Gloria eterna

Ni olvido ni perdón: quién fue el salteño que traicionó a Güemes y provocó su muerte

Se cumplen 204 años del paso a la inmortalidad del héroe gaucho. Historiadores revelaron quién organizó la emboscada que terminó provocándole la herida mortal que le arrebató la vida.

En la madrugada del 7 de junio de 1821, el centro de la ciudad de Salta fue escenario de una traición que cambiaría el curso de la historia. A días de conmemorarse un nuevo aniversario del paso a la inmortalidad del general Martín Miguel de Güemes, vale recordar el violento ataque del que fue víctima, la emboscada que lo dejó gravemente herido y su inquebrantable decisión de no rendirse hasta el último aliento.

Güemes, de apenas 36 años, se encontraba en El Chamical, a las afueras de la ciudad, cuando el coronel Ángel Mariano Zerda -un joven salteño de 29 años y jefe de su vanguardia- le advirtió haber visto destellos metálicos en las serranías de Lesser y Los Yacones. El general, convencido de que por esos pasos no podrían avanzar las tropas realistas, no le dio mayor importancia. Aquella certeza le costaría caro.

El enemigo sí había llegado. Un contingente de 400 soldados realistas al mando del coronel José María "El Babarucho" Valdés, experto en rutas ocultas, avanzó con sigilo por caminos casi intransitables. Durante el día se ocultaban para evitar que los delatara el brillo de sus armas. En la noche del 7 de junio, el contingente se infiltró silenciosamente en la ciudad y se instaló en la plaza principal. El plan estaba en marcha. Solo faltaba un dato clave: la ubicación exacta de Güemes, información que fue entregada por el comerciante salteño Mariano Benítez, el traidor que facilitó la emboscada.

Güemes había ingresado a la ciudad con una escolta reducida de apenas 50 hombres. Se encontraba en la casa de su hermana, Macacha Güemes, junto a su cuñado Dionisio Puch y otros militares. Alrededor de la medianoche envió a un mensajero a cruzar la plaza, pero fue sorprendido con un "¿quién vive?". Al responder "La Patria", le dispararon a quemarropa. Los disparos alertaron al general, quien salió a caballo a verificar lo que pasaba. También fue interceptado con la misma pregunta. Entendió entonces la gravedad del ataque y escapó galopando entre una lluvia de disparos.

Intentó tomar la calle que lo llevaría a la casa de su madre, pero en la esquina de Belgrano y Balcarce, frente al viejo puente de piedra del Tagarete de Tineo, un grupo de fusileros realistas le cerró el paso. Güemes, con el sable en alto, saltó con su caballo entre dos hileras de soldados armados con fusiles y bayonetas. La primera descarga no lo alcanzó, pero la segunda fue letal: una bala ingresó por su cadera derecha y se alojó en la ingle.

Malherido, se mantuvo sobre el caballo hasta encontrar a una partida leal. "Vengo herido", alcanzó a decir. Lo bajaron y, con ramas y ponchos, armaron una camilla para llevarlo de regreso a su finca en La Cruz. Al ver que allí no estaban seguros, se internaron en la Quebrada de la Horqueta, donde pasaría sus últimos días.

Allí lo fueron a ver paisanos y combatientes de todas partes. Sabía que moría, pero no claudicó. Olañeta, enterado de su estado, le envió emisarios con una propuesta: dejarlo marchar a Buenos Aires a cambio de su rendición. La respuesta del general fue clara y firme. En presencia de sus oficiales y de los enviados realistas, ordenó seguir la lucha y rechazó la oferta con dignidad: "Diga a su jefe que agradezco sus ofrecimientos sin aceptarlos: está usted despachado".

Pocos días después, el 17 de junio, Güemes falleció. Fue el único general argentino que murió en combate durante las guerras por la independencia. Tenía hemofilia y los médicos sabían que cualquier herida profunda le sería fatal. El padre Francisco Fernández lo acompañó espiritualmente en sus últimos momentos. Sus últimas palabras, según la tradición familiar, fueron para su esposa: "Mi Carmen no tardará en seguirme; morirá de mi muerte así como vivió de mi vida".

Su cuerpo fue sepultado en El Chamical, trasladado luego a la antigua Catedral, más tarde al panteón de la familia y, finalmente, en 1918, a la Catedral de Salta, donde descansa hoy en el Panteón de las Glorias del Norte.

La historia oficial demoró en reconocer su figura. Cuando murió, un diario porteño solo atinó a titular: "Hay un cacique menos". Hoy, más de dos siglos después, la figura de Güemes se alza como símbolo del coraje, la lealtad y la resistencia del pueblo del norte argentino.

Cada 17 de junio, al pie del cerro San Bernardo, donde se levanta su monumento, Salta canta, baila y recuerda que hubo un hombre que prefirió morir de pie antes que rendirse de rodillas.

Esta nota habla de:

Comentarios

  • Dogo

    O sea que los porteños siempre fueron pelotudos

    Ver más

    Responder
  • Nada que ver con hoy

    "Salta canta, baila y recuerda que hubo un hombre (Gral. Guemes) que prefirió morir de pie antes que rendirse de rodillas", mientras que Gustavito anda de rodillas ante el loco desquiciado, una vergüenza.

    Ver más

    Responder
  • ODIO.SO

    Yo pensaba que era algún ascendiente de los Romero

    Ver más

    Responder
  • MEMORIA SALTA

    QUIEN NOS TRAICIONO Y NO PERMITIO IR A LOS FOGONES A NUESTROS GAUCHOS, PERO SI A LA CAMPORA, MEMORIA POR FAVOR!!!!!

    Ver más

    Responder
  • Willy

    Que verso je je .si hay un traidor porque hay una calle que lleva su nombre ..M
    Benítez)

    Ver más

    Responder

Tucomentario

Nombre

Más de Salta

Utilizamos cookies propias y de terceros para recordar tus datos de inicio de sesión, recopilar estadísticas para optimizar la funcionalidad del sitio y ofrecerte publicidad basada en tus intereses. Si continúas navegando aceptás su uso. Para más información consultá las Políticas de Privacidad