No me la contés

El Familiar, el terror del norte argentino: "Nadie puede verlo dos veces"

Apareció el demonio del cañaveral, una escena desconcertante que reaviva la leyenda más oscura de los ingenios azucareros.

La madrugada aún cubría con sombras los caminos de tierra mojada en San Pedro de Jujuy. Entre los cañaverales cercanos al ingenio La Esperanza, un grupo de automovilistas que circulaban por la ruta nacional 34 vivió una escena que parece sacada de un relato de terror: un hombre, gateando por el medio del asfalto, mostraba signos de haber huido entre espinas, con el rostro desfigurado por el pánico.

Quienes lo vieron afirman que no dijo una palabra. Estaba sucio, desorientado, como si hubiera escapado de algo que aún lo perseguía. "Miraba hacia atrás sin parar, con terror en los ojos", relató uno de los testigos. Algunos intentaron ayudarlo, pero no respondió. Luego desapareció. Hasta el momento, no hay información oficial sobre su identidad ni su paradero.

El hecho, cargado de misterio, hizo que los pobladores de la zona rural revivieran una advertencia ancestral: "cuando el Familiar anda cerca, mejor no hablar demasiado fuerte".

La leyenda de El Familiar es parte del folclore más temido del noroeste argentino, especialmente en las zonas de ingenios azucareros como Ledesma, La Esperanza o El Tabacal. Se dice que esta criatura demoníaca fue invocada por los antiguos patrones para castigar a los obreros rebeldes, y que, desde entonces, merodea por los cañaverales en busca de carne humana.

Foto ilustrativa: El Tribuno. 

Descrito de diversas formas según la tradición oral, algunos lo representan como una serpiente enorme, otros como un perro negro con ojos rojos, e incluso hay quienes aseguran que camina en dos patas, con forma humanoide y cuerpo cubierto de pelaje. Todos coinciden en algo: quien lo ve, no vive para contarlo dos veces.

Se dice que no puede ser herido por armas convencionales y que sólo se le puede hacer frente con una cruz improvisada con el cabo de un cuchillo. "Pero pocos se atreven siquiera a levantar la mirada cuando lo sienten cerca", afirman los mayores.

El relato también alimenta otras señales: un fuerte olor a azufre en el aire, gruñidos inhumanos y una opresión en el pecho que paraliza a quienes lo escuchan. Cuando el Familiar ronda, los perros no ladran. Y el silencio se vuelve una advertencia.

El hombre que apareció gateando en plena ruta parece haber sido tocado por esa presencia. El misterio de su aparición, su mutismo y posterior desaparición reavivan una de las leyendas más escalofriantes del norte.

El Familiar, dicen, no olvida. Puede pasar años sin dar señales, pero cuando vuelve, lo hace sin previo aviso.

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Comentarios

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    Hay q llevar una al 47 y reventarlo a tiros a ese bicho de miwrda y al dueño del ingenio tbm

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