Hizo un pacto con el diablo y desapareció para siempre: lo siguen buscando

Hace casi 26 años, el barrio Norte Grande de Salta quedó marcado por un caso oscuro y perturbador: el brutal doble asesinato de Francisca Lamas y su hija discapacitada, Mirta Liliana Lamas. El presunto responsable, un joven conocido como "Almita" (Nelson Matías Oliva), desapareció sin dejar rastros, y hasta hoy sigue prófugo.

"Almita" tenía 19 años cuando cometió el crimen, que consistió en 17 puñaladas contra las dos mujeres, a quienes describían como "almas buenas". Según relatos, Oliva habría cerrado un macabro pacto con el diablo para obtener riqueza, poder y placer, a cambio de asesinar a esas dos personas. De haber sobrevivido, hoy tendría 45 años.

La trágica historia comenzó con un joven cuya vida parecía sin rumbo ni futuro. Sin dinero, sin novia ni talentos, Oliva decidió recurrir a lo oculto y leyó sobre rituales satánicos y la forma de "negociar con el Mal". La ceremonia se habría realizado en una salamanca cerca de su casa, en el Cerro Bola, al sudeste de la ciudad de Salta.

El 7 de julio de 1999, la Policía lo señaló como autor de los asesinatos. Los cuerpos fueron hallados por Juan Marcelo Lamas, hijo de Francisca, quien tras regresar de un trabajo en el norte provincial, fue a buscar a su familia al domicilio ubicado en la manzana 202, sector "E", casa 16. Al no obtener respuesta, ingresó por una ventana y encontró a su madre muerta en el baño y a su hermana sobre la cama, ambas bañadas en sangre.

Una campera de Oliva fue encontrada dentro de la vivienda, lo que lo vinculó directamente con el doble crimen.

El pacto con el diablo que nadie creyó

La noche anterior a la masacre, Oliva estuvo en una fiesta en el barrio San Benito. En esa reunión, habló abiertamente sobre su "pacto con el diablo", describiendo un rito realizado en el Cerro Bola y una profanación a una gruta católica. Según contó, Satanás le prometió diez años de vida con poder y riquezas, a cambio de matar a dos personas buenas, y que el pacto se renovaría tras ese periodo con nuevas víctimas.

"Nadie le creyó", recordó un vecino. La mayoría pensó que estaba delirando. Pocas horas después, Oliva desapareció de la fiesta y luego confesó a un amigo haber cometido los asesinatos.

Durante dos décadas, la Policía de Salta desplegó numerosos operativos para encontrar a "Almita". La búsqueda se extendió desde la capital provincial hasta el Valle Calchaquí, el norte provincial, Buenos Aires, Mendoza, Córdoba e incluso países limítrofes como Bolivia, Chile y Paraguay. Sin embargo, nunca se halló su paradero.

Vicente Cordeyro, entonces director de Investigaciones de la Policía de Salta, señaló: "Desde la Jefatura ofrecimos a los efectivos premios y ascenso inmediato a quien diese con Oliva. Para muchos de nosotros era una obsesión, hicimos todo. Pero nunca ni siquiera un rastro... Para mí es una deuda, una frustración".

Los vecinos de Norte Grande quedaron impactados con la noticia. Muchos no podían creer que el joven, considerado tranquilo y reservado, fuera capaz de cometer semejante atrocidad.

Un vecino recordó: "Él (Matías Oliva) era un chango buenito, tranquilo, calladito. No podíamos creer que hubiese matado a las pobres mujeres, menos que hizo un pacto con el diablo. Y encima, se hizo humo...". 

El caso sigue siendo uno de los crímenes sin resolver más inquietantes de la historia reciente de Salta, con un hombre que desapareció tras su macabra confesión y que hasta hoy permanece prófugo.