"Tengo 20 propiedades": la confesión de Torrico sobre de dónde saca plata para vivir

A 27 años del crimen que paralizó a Salta, un hallazgo inesperado reabre heridas profundas. En medio de una revisión de archivos audiovisuales, se encontró la única entrevista jamás concedida por Marcelo Torrico, uno de los responsables del brutal asesinato de Octavio (6) y Melanie Leguina (9), los hermanos secuestrados, drogados, violados y asesinados en mayo de 1998.

El video, grabado para el programa Tribu Urbana conducido por la periodista Mónica Juárez, guarda por más de dos décadas información valiosa en la causa. En ella, Torrico -hoy de 53 años y próximo a acceder a la libertad condicional tras cumplir su condena- realiza revelaciones tan insólitas como perturbadoras.

"Tengo 20 propiedades", admite con una frialdad desconcertante. "Eso me alcanza para vivir tranquilo. Con eso, incluso pude pagar mi huida en 2006", desliza, haciendo referencia a su cinematográfica fuga del penal de Villa Las Rosas, episodio que puso en jaque al sistema penitenciario salteño durante varios días.

Un tío con fortuna y leyendas oscuras

Durante la entrevista, Juárez lo interroga sobre los rumores que siempre rodearon su historia, particularmente sobre un supuesto vínculo con el narcotráfico. "¿Es cierto que su tío en Bolivia se dedica a eso?", pregunta la conductora. Torrico responde con seguridad: "Tiene dos fábricas de plástico. Nada de narcotráfico. Son empresas grandes, con 600 empleados cada una".

El relato busca despegarse de las sospechas, pero no logra despejar del todo el halo de impunidad que siempre rodeó su figura. "Mi tío se molestó cuando se enteró por qué había caído preso. Estuvo un tiempo sin hablarme. Tenía 26 años", agrega.

Una escena que nunca se olvida

Melani de los Ángeles y Octavio Facundo Leguina eran dos de los nueve hijos de Miguel Ángel Leguina y María Rosa Pereyra. En mayo de 1998, la familia vivía en el barrio Alto La Viña, en las afueras del Grand Bourg. Como cada mañana, el lunes 4 de mayo los pequeños -de 9 y 6 años- salieron temprano de su casa para tomar el colectivo 9 rumbo a la Casita de Belén, en barrio San José.

Allí, eran recibidos por Evelia de Puentes, una maestra voluntaria que los ayudaba con el desayuno, los acompañaba a la escuela Nuestra Señora de la Candelaria, y luego les brindaba apoyo escolar y contención. "Eran sumisos y callados", los describiría años más tarde. Ese día, sin embargo, no regresaron a las 18 como solían hacerlo.

La madre hizo la denuncia esa misma noche en la comisaría de Villa Asunción. La búsqueda comenzó de inmediato. El martes 5, un empleado municipal encontró una mochila con útiles, libros de tercer grado y cubiertos. Tenía una etiqueta con el nombre de Melani Leguina. El hallazgo incrementó la alarma.

Para el jueves, más de 400 policías estaban involucrados en la búsqueda, que se extendía incluso hasta El Encón. Se habían hallado prendas con rastros de sangre, y la investigación, sin resultados claros, derivó en la detención de los padres y otros tres sospechosos. En los medios se hablaba de "la peor presunción".

El 8 de mayo ya participaban más de 600 efectivos. Las hipótesis se multiplicaban: se hablaba de un psicópata, una red de trata o hasta de tráfico de órganos. Algunas versiones delirantes incluían visiones de mentalistas y testimonios sin sustento. La angustia social crecía minuto a minuto.

El domingo 10, seis días después de la desaparición, una patrulla motorizada encontró los cuerpos en un descampado de La Silleta. La escena era espeluznante. La autopsia confirmó que ambos niños fueron brutalmente golpeados, drogados y asesinados el mismo día en que desaparecieron. Melani, además, había sido violada.