Uno de cada tres salteños es pobre según la Universidad Católica Argentina
El reciente informe de la Universidad Católica Argentina (UCA) arrojó un resultado irrefutable y tremendo: 1 de cada 3 salteños vive en la línea de la pobreza y no tiene los ingresos mínimos para garantizar su alimentación, vivienda y vestimenta.
Más allá de responsabilidades políticas, que no es mi intención ponerle nombre y apellido, el modelo de administración, desarrollo y producción ha fracasado.
Según la UCA, es alarmante observar como durante los últimos años la indigencia pasó del 5,3% al 6,9%. Es clave aclarar que para estar por encima de ese nivel de indigencia, una familia solo debe percibir más de $ 2.200 al mes. Resultando un magro ingreso diario, por núcleo familiar, de $73 para pagar vivienda, comida y vestimenta.
La brecha promedio de hogares pobres aumentó de 32,4% en 2015 a 34,9% en 2016, mientras que, la de hogares indigentes lo hizo de 23,7% a 34,7%. Es decir, que esta última se profundizó aún más.
En números, según informa la UCA, casi 439.890 salteños son pobres y 91.977 viven en la indigencia.
Para la reconocida institución que llevó adelante este informe, la situación de indigencia es vivir bajo plásticos o en la calle, comer lo que se encuentra en la basura y vestir con harapos. Indigencia también es mínimo acceso al agua potable y cero proyecciones mentales de futuro.
Los cordones de pobreza en las grandes ciudades de la provincia como lo son Salta Capital, Oran y Tartagal se multiplican ante la indolencia y la inacción de la política. De este modo, la brecha entre ricos y pobres se vuelve cada vez más grande.
La responsabilidad de esta situación a nivel país son las condiciones macroeconómicas generadas por el anterior gobierno nacional, y el shock inflacionario del actual gobierno, que han perjudicado a los más vulnerables, sumado a la falta de acción provincial y municipal que ponga en foco la asistencia alimentaria de aquellos que solo cuentan con $41,5 por comida para darle de comer a su grupo familiar.
Es momento de que la política deje de mirar las apetencias personales por el poder y comience un camino de trabajo para resolver esta cuestión. Hay un frente al que declararle la guerra. El enemigo se llama desnutrición, hambre y extrema pobreza.
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