Emi Alonso

Columnista
Vos también los ves

La indiferencia como parte del patrimonio colonial

Hoy solo los miramos pasar, pues ellos ya no son una moda.

Ellos no son una moda, vulgarmente los reducimos solo a "es la realidad", "la cosa esta difícil", o peor aún. No comprendo si de algún modo los estamos haciendo responsables de su miseria, o si resulta más cómodo decir que solo es cuestión de "herencias".

Las calles de Salta, un decoroso patrimonio cultural con detalles coloniales, pero no solo en lo arquitectónico. Aun se puede ver a los más pequeños recorrer las distancias que sean necesarias, no para escribirle una carta a un tal San Nicolás, sino buscando si quedan dos monedas en la "solidaridad" de los salteños.

Por más que no los quieras ver, y la "estampita" que dejan en tu mesa solo sea una interrupción a "tu momento", ellos están ahí. Es así que dudo si realmente hay algo que festejar, o tal vez, apenas existe el conformismo de reproducir.

Volviendo a la fábrica de argumentos para responsabilizar al que no tiene nada por su propia carencia, nos encontramos con los personajes de siempre. La materia prima de estos argumentos es la meritocracia, algo motivó que algunos "merezcan" estar sentados en su mesa para ser interrumpidos, y que otros sean esa mayoría invisible.

No puedo afirmar que sea precisamente la solidaridad lo que va a revertir el problema, pues pienso todo lo contrario. Si bien como sociedad necesitamos cualquier efecto placebo, la caridad es el contraste perfecto de aquello que hace pensar que clase de herencia te ha puesto del lado menos doloroso de la mesa.

Esperar felicidad, alegría y prosperidad, para los invisibles no son prioridades en la lista, mucho menos la fiebre consumista que cierra un festejo con más pinta de salvataje al comercio.

En medio de todo esto, aparecen los revelados. Se niegan a reconocer la existencia de cualquier rito de este 24 a la noche. Desde otra mesa mirarán a los invisibles pasar, pero en definitiva solo completan el cuadro de una navidad más, donde hay que ponerse ropa bonita y llenar hasta el tope la mesa, donde la estampita de la solidaridad, no siempre se encuentra.

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