El primer femicidio en Salta

Su marido la mató y tiró al canal de Av. Yrigoyen: la historia de Juana Figueroa

Tenía 22 años y el rostro completamente desfigurado. La Justicia le perdonó la vida a su asesino.

El 29 de marzo de 1903, dos niños que jugaban junto a un arroyo encontraron muerta a una mujer de 22 años. Era Juana Figueroa. Tenía el rostro desfigurado por los golpes, pero aún llevaba puestos su vestido negro y zapatos de charol. Su cabellera oscura, larga y ensangrentada escondía dos horquillas grandes y doradas con las que la joven solía ajustar un rodete para cerrar el bello peinado que la caracterizaba. Junto al cadáver, el arma homicida: una vara de hierro.

La brutalidad del crimen, en tiempos en que nadie sabía qué era un femicidio, conmovió a los vecinos y la dramática noticia corrió rápidamente de boca en boca por todas las esquinas. Aunque no se dejaba de hablar de ello, en las horas posteriores al descubrimiento del crimen ni los investigadores judiciales ni la policía local encontraban pistas certeras para confirmar la identidad de la mujer asesinada; tampoco datos claros que los condujeran hacia un sospechoso. El homicida había actuado en una zona desolada, bajo el manto de impunidad que otorgan las horas profundas de la noche.

Recién cuatro días después del hallazgo del cuerpo -y luego de que se publicó un aviso en un periódico local para convocar a testigos- una tía de Juana se presentó ante el juez de instrucción Luis López para denunciar la desaparición de su sobrina. Una rápida autopsia permitió confirmar que se trataba de la mujer asesinada.

Sin embargo, en la ciudad había una persona que nada había dicho sobre la ausencia de la joven de 22 años: su exesposo, Isidoro Heredia, un carpintero al que se sabía violento, diez años mayor que ella. El silencio lo transformó en el principal sospechoso.

Los investigadores comenzaron a indagar para desentrañar cómo era el vínculo de Juana con Heredia. La familia de la mujer asesinada dijo que mientras estuvieron juntos tenían "frecuentes y serias faltas de acuerdo" y que el vínculo se deterioró rápidamente por "altercados y enojos".

Si bien en los reportes periodísticos de la época los parientes de la joven asesinada no mencionaron agresiones físicas por parte de Heredia, sí quedó confirmado que el carpintero la torturaba psicológicamente, a tal punto que intentó encerrar a Juana en el Hogar del Buen Pastor, una institución penal para mujeres con causas criminales o enfermedades mentales.

Frente a la violencia de su esposo, ella escapó rumbo a Buenos Aires. Luego, volvió a Salta y -en un poblado cercano a la capital llamado La Merced- formó pareja con otro hombre, de apellido Cáceres, según el relato de la familia.

Ciento catorce años después del femicidio de Juana, poco ha cambiado. Durante 2017, al menos 23 mujeres fueron asesinadas en Salta.

Pero Heredia no pudo soportar el rechazo y cuando por casualidad encontró a Juana cerca de la estación del ferrocarril en la ciudad de Salta la condujo engañada hasta un arroyo conocido por aquel entonces como "zanja del Estado". En un descampado de pastos altos, donde actualmente se cruzan la avenida Yrigoyen y la calle Talavera, el carpintero golpeó a Juana con una vara de hierro hasta arrebatarle la vida, detalla el archivo histórico.

Ciento catorce años después del femicidio de Juana, poco ha cambiado. Durante 2017, al menos 23 mujeres fueron asesinadas en Salta.

El 2 de abril, a las 17, un grupo de policías detuvo a Heredia por el femicidio de Juana. Luego, lo trasladaron hacia los Tribunales locales, adonde llegó cerca de las 18. Primero, según consignan los periódicos de la época, negó enfáticamente haber cometido el crimen. Pero con el correr de las horas la angustia y el remordimiento comenzaron a quebrarlo.

Nervioso y triste, y al cabo de un duro interrogatorio por parte de los pesquisas salteños, finalmente, cerca de medianoche, admitió haber atacado y asesinado a golpes a su exesposa.

El 28 de septiembre de 1904, casi un año después de cometer el femicidio, el juez Justiniano Arias condenó al carpintero Isidoro Heredia a diez años de prisión. Cumplió su pena y luego volvió a las calles, donde vivió amparado nuevamente por la impunidad, pero esta vez del anonimato. Cuando murió, ya viejo, Juana Figueroa ya se había convertido en una mártir venerada por los obreros y trabajadores de la periferia.

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Comentarios

  • Ciudadano salteño

    La mina tenía doble vida y el marido lo descubrió .

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  • EL HOCICON

    HABIA ESCUCHADO OTRA HISTORIA: QUE ELLA SE IBA DE JODA DE NOCHE MIENTRAS SU MARIDO TRABAJABA, HASTA QUE EL SE ENTERO Y FUE A VERIFICAR SI EL CHISME ERA CIERTO, Y SI ERA CIERTO EL TIPO SE PUSO FURIOSO Y ALLI LA MATO...

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    • diario pobre

      pero honrado, no como qps

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