Muerte, encubrimiento, y poder: cuando la sangre si se negocia

Hechos escalofriantes tuvieron lugar en el Hospital Materno Infantil, la indiferencia y la falta de humanidad se podían palpar en el año 2012 cuando ingresó a la guardia Luciano Martinez, un niño de apenas 7 años que además de sufrir un fuerte golpe en la cabeza, fue la deficiencia de un sistema de salud totalmente vaciado, lo que lo condenó a muerte.

Si bien la justicia entendió esto y condenó a un médico, absolvió a cuatro y algunos ni siquiera fueron imputados. El principal planteo que se hizo fue mala praxis, por parte de los profesionales, que no dieron importancia a la gravedad en el estado de salud del pequeño. La medida tomada en ese momento fue dejarlo en observaciones en una cama del Materno, sin siquiera realizar una tomografía.

En la entrega anterior de este segmento, hablamos sobre las falencias de Tomografía Computada S.E., donde los pacientes pueden llegar a esperar meses por el vital estudio. Cabe señalar que "en casos de emergencia" se derivarían al sector privado. Esta no fue la realidad del pequeño de Isonza, quien pasó 12 horas en el Hospital Materno Infantil con un hematoma en la cabeza y vómitos que evidenciaban la complejidad.

Sin realizar la correspondiente tomografía, para los profesionales "no era necesaria la intervención quirúrgica, por el buen estado del menor", lo cierto es que terceros han dado cuenta de que durante su estadía en el nosocomio "era muy difícil mantener la estabilidad del paciente".

Dejando de lado la crítica situación, la indiferencia fue también con los familiares de Luciano, que como se supo, vivía junto a su madre y sus hermanitos en una sola pieza de ese paraje en San Carlos. Fue la mujer quien acompaño al menor, y mientras el horror se consumaba ella esperaba sentada en la guardia del hospital la palabra de los "profesionales".

El triste desenlace fue el disparador mediante el cual profesionales, legisladores, y otros personajes influyentes de la política salteña salieron a pedir un tomógrafo para el Materno Infantil, ya que durante edificación del mismo, se planificó una habitación para este tipo de aparatos, lo cual representaba una baja en "clientes" del tomógrafo que maneja Francisco Ryan.

Lo más bochornoso fue cuando se dio difusión a un audio en el que conversaban los profesionales intervinientes con el flamante gerente, de aquel momento, Matín De La Arena. En la misma se puede escuchar claramente el pedido de buscar hipótesis, hasta en el Hospital Garraham, sobre casos similares con los que se pueda cubrir la negligencia del mismo. Esto la justicia prefirió dejarlo debajo de la alfombra.

Todo lo descrito anteriormente desencadenó la renuncia de Martín De La Arena. Sin pasar por el banquillo de los acusados por la muerte de Luciano Martínez, las sospechas de corrupción sobre este médico no dejarían de aparecer.

Lejos de recibir una sanción, De La Arena fue puesto a cargo del Centro Regional de Hemoterapia, "organismo encargado de la obtención, producción, y procesamiento de hemocomponentes". La distribución de sangre resultó ser una especialidad del ex gerente, ya que aparte de controlarlo en un organismo del estado, figuraba como el titular de Hemovida, una empresa privada con los mismos fines, lo que convertía el negocio de la sangre en una actividad comercialmente muy rentable.

Hasta el momento la única condena por lo sucedido con Luciano Martínez fue para Walter Pereyra, quien dio ingreso al pequeño, a 3 años de prisión condicional y dos años y medio de inhabilitación para ejercer la medicina, ya que los jueces Silvia Bustos Rallé, María Tatiana Dip Torres y Hugo Fernández Esteban, lo encontraron culpable de homicidio culposo en perjuicio del menor. En tanto, 4 profesionales fueron absueltos, y algunos ni siquiera cuestionados.

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