¿Relaciones carnales?

Por decisión de Macri, empresas de EE.UU. se harán cargo de la obra pública argentina

El presidente sostuvo reuniones con representantes de la Cámara de Empresarios estadounidense para el desembarco de constructoras en Argentina.

Mauricio Macri quiere incorporar en una parte sustancial de la obra pública a constructoras de Estados Unidos, mediante uniones transitorias de empresas (UTE) con socios argentinos, que quedarían relegados a un rol secundario.



Su idea, confiaron a La Política Online fuentes del Gobierno y empresarios del sector, es evitar una cartelización como la que se consolidó durante la era Kirchner. Para eso busca recostarse en compañías estadounidenses de peso, con quienes ya mantiene contacto fluido.



El nexo es la Cámara de Empresarios de Estados Unidos, cuyos directivos acompañaron esta semana las reuniones de Macri y el secretario de Estado de ese país, John Kerry. La decisión se enmarca acaso en una movida más amplia y tiene que ver con el alineamiento decidido de Macri con la potencia del norte.



De hecho, Macri también impulsa el desembarco del gigante de los medios Turner para equilibrar a Clarín y pretende que otra corporación norteamericana AT&T, se meta en el mercado de la telefonía para desconcentrar el actual oligopolio.



Ya hay firmas norteamericanas interesadas en participar en obras de envergadura. Según pudo saber La Política Online, emisarios del Gobierno mantuvieron reuniones con directivos de CH2 Hill, dedicada a la consultoría de construcción de obras públicas y con la firma Progress Rail Services Corporation, uno de los más grandes proveedores de material ferrocarril del mundo.



Las nuevas UTEs estarían enmarcadas en las asociaciones pública-privadas que Macri pretende regular con una ley que aún están redactando sus asesores.



Pero lo que está claro es que las históricas caras de la patria contratista si Macri logra su objetivo, tendrán un lugar menor, una estrategia del presidente que además le permitiría despegarse de sospechas de favoritismo por la historia de su familia en el rubro y sus relaciones con su primo Angelo Calcaterra y su amigo Nicolás Caputo, ambos con fuertes intereses en la obra pública.



Como parte de ese proceso, enviará otro proyecto de ley para trasparentar las licitaciones y ejecuciones de las obras, con cambios significativos como eliminar cualquier pago adelantado a los beneficiarios.



Pero el rol preponderante que tendrán las firmas estadounidenses no le cae nada simpático a los históricos contratistas y ya empezaron a hacerlo saber.



Uno de los más enojados es Eduardo Eurnekián, pronto a iniciar la central hidroeléctrica Chihuido en Neuquén, en sociedad con empresas de Rusia y que compartió con Macri días atrás la inauguración de las obras de remodelación del aeropuerto de Córdoba.

Con el cambio de reglas de juego que se viene, una UTE como esta difícilmente incluya rusos y el empresario armenio no sería su mayor accionista.



Macri los quiere de asistentes y tal vez su último gesto con viejos amigos lo hizo con el decreto 797, que asignó una millonada de obras a la Ciudad de Buenos Aires, muchas adjudicadas a Iecsa, propiedad de su primo Ángel Calcaterra.



Enterado de lo que se viene, Eurnekián mantuvo una dura discusión con Juan Carlos Chediack, presidente de la Cámara Argentina de la Construcción (Camarco, pero conocida como CAC), en el ojo de la tormenta tras reconocer que durante la gestión de Julio de Vido se pagaban coimas.



En el sector creen que no habló sin pensar: tras ese exabrupto, habría sido uno de los pocos empresarios en cobrar las deudas por las obras realizadas durante el kirchnerismo.



Pero pragmáticos al fin, otros poderosos jugadores del sector no estarían tan molestos en seguir su carrera en un segundo plano, detrás de las poderosas constructoras de Estados Unidos.

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