Agustín Pérez Marchetta

Sociólogo
Fiesta mortal

Las drogas de diseño y las fiestas electrónicas en las sociedades de consumo

Una vez más los medios nacionales y los programas de televisión visibilizan la noticia de muertes por consumo de drogas

Ante la indignación y el escándalo de miles de personas creemos que esta es una oportunidad para poder pensar las sociedades en las que vivimos, sus discursos y sus prácticas, donde los consumos están generalizados, pero solo algunos son estigmatizados y salen a la luz.



Somos lo que consumimos

Es importante primeramente dimensionar que en cuanto a imaginarios sociales vivimos en sociedades de consumo. Anteriormente, en la hegemonía de los estados de bienestar (de 1930 hasta 1970), lo que unía a todas las personas era su calidad de trabajadores. Actualmente la forma de integración es mucho más frágil y exclusiva: nos incluye el consumo, lo que cada uno puede tener o disfrutar. Es decir, según el auto, la ropa, las vacaciones o celular que tengamos, estaremos incluidos en un segmento social determinado. Las drogas no están exentas de esta categorización.



¿Qué son las drogas? Consideraremos como droga toda sustancia que ingresada en el organismo produce un efecto en el mismo (según la definición de la OMS). Esta definición convierte a casi toda sustancia (incluso el agua) en droga. El ser humano, desde el momento en que empezó a buscar alimento, encontró “drogas”. Desde la mirada general de los medios de comunicación, ciertos funcionarios públicos nacionales y las fuerzas de seguridad, se considera drogas solamente a las que se encuentran fuera de la ley. Este es el primer error de donde parten varios de los análisis que inundan las redes sociales y los programas del prime time de la televisión argentina. Generando representaciones sociales que se toman como verdades.



Los paradigmas más novedosos de adicciones ya no hablan de drogadictos sino de consumidores problemáticos. Esto se refiere a toda persona que no puede controlar cierto acto o conducta y lo hace de manera repetida y compulsiva. Desde la cátedra “Drogadependencias y abordajes transdisciplinarios” de la Universidad Católica de Salta, el Lic. Martín Teruel nos dice que “en la sociedad actual se convive diariamente con sustancias psicoactivas legales, y es un observable que existe una fuerte tendencia, no sólo a consumir, también al exceso en múltiples conductas. La falta de autoregulación de las propias personas, la búsqueda de soluciones rápidas y la huida ante los conflictos son rasgos muy claros de la época, y ese es el marco en que se inscribe la propagación del uso de drogas. Es cierto también que,  del universo de personas que usan algún tipo de sustancia, es una minoría la que incurre en consumos problemáticos. Es interesante esta noción de consumo problemático porque incluye no solamente a los que son habituales o las adicciones, sino a todos aquellos que pueden deteriorar las actividades cotidianas y los proyectos personales”



Estos consumos pueden no solo ser de bienes materiales, también incluye lo intangible: modas, viajes, literatura, trabajo, etc. Esto complejiza mucho más la mirada ya que no solo hay objetos involucrados sino conductas de por medio. El lic Alberto Calabrese, un especialista a nivel nacional en tema de adicciones sostiene que “dentro de todas las ofertas con las que nos bombardean ya sean autos, televisores, relojes, comida, están las sustancias. Paradojalmente te dicen consumí de todo, menos esto. Hoy parece que las sustancias fueran las que te ubican en el bien o en el mal, porque todo el resto te lo dejan consumir”. Es decir, hay una hipocresía de parte de gran parte de la sociedad en donde se condena moralmente ciertas acciones y consumos, sin hacer una autocrítica de los parámetros sociales de consumos y estilos de vida.



Drogas de diseño

Durante gran parte del siglo XX acudimos a la producción sintética masiva de drogas, a través de las farmacéuticas y el avance de tratamientos psiquiátricos en detrimento de los tratamientos psicológicos (menos invasivos en términos médicos y con resultados a largo plazo). Las drogas de diseño son un concepto social, ya que somos los mismos seres humanos quienes las producimos, comercializamos y consumimos. Éstas en un principio tuvieron como horizonte la cura (prohibiéndose muchas por sus efectos adversos y adictivos como por ejemplo la heroína o anfetaminas, utilizadas durante la segunda guerra mundial, para aliviar el dolor y mejorar el rendimiento de los soldados).



En nuestros días las drogas de diseño en algunos sectores de la población tienen un uso recreativo, potenciado por un borramiento de los límites del disfrute. El consumo puede ser muy prolongado: uno puede hacer la “previa” para posteriormente ir al boliche; si la persona quiere seguir consumiendo puede ir a los after (lugares para consumir una vez cerrados los locales bailables), renovando el ciclo si así lo desea.




Este último fin de semana fuimos espectadores por los medios de la muerte de 5 jóvenes en Buenos Aires, en la fiesta “warp” organizada en Costa Salguero por Dell producciones. Según las noticias, los molinetes registraron 20.000 personas, estando el lugar habilitado para 13.000; a su vez dentro de la fiesta el calor era considerable, sin haber agua en los baños, vendiéndose la botella a 80 pesos por unidad.Cinco personas perdieron la vida y tres se encuentran en estado grave internadas en el hospital Fernández. Según los partes médicos, los jóvenes habrían consumido éxtasis, junto con anfetaminas y cocaína.




Haciendo un raconto de hasta lo aquí analizado y desde una mirada sociológica se puede pensar en una superposición de consumos: las personas que estaban en la fiesta electrónica simultáneamente hacían uso de la moda, la música, drogas de diseño, relaciones interpersonales, etc. Esto sumado a la negligencia por parte de los organizadores de la fiesta determinó que prime el consumo y el goce por encima de los umbrales de supervivencia.



Como sociedad sería importante que nos planteemos si los ejes de los vínculos sociales actuales -somos lo que consumismos, dentro de relaciones interpersonales inmediatas y lábiles, sumado al individualismo y la pérdida de sentido- permitirán la autorrealización colectiva e individual de quienes vivimos en las mismas. Desde una mirada amplia y humanitaria consideramos que sin un compromiso ético colectivo que repiense las comunidades que habitamos será imposible disminuir los niveles de consumo. Que sociedades queremos y proyectamos en el sueño colectivo es una tarea que necesita de todos.



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