Violencia de género

Una bestia: así dejó a su mujer de 73 años, está preso (Relato estremecedor)

El agresor, de 74, fue su pareja durante tres años; también le puso un revólver en el pecho y gatilló.

Nunca lo imaginó, ni en la peor pesadilla. Jamás pensó que a los 73 años sería golpeada y hasta amenazada de muerte por su pareja. Por estas horas casi no se reconoce cuando se mira al espejo; su cara está llena de moretones y cortes. Pese a todo quiere hablar, quiere contar lo que vivió para evitar que les pase a otras mujeres: "Tenemos derecho a ser felices", enfatiza.





La Nación informó que este año la violencia de género no da tregua en Córdoba. Si la Justicia confirma que la muerte de la fisioterapeuta Carina Drigani fue un crimen, serían siete los femicidios hasta esta semana. Sólo el domingo pasado cuatro hombres que intentaron agredir a sus ex parejas, quienes accionaron el botón antipánico, fueron detenidos. El quinto fue por el caso de Rosa Baigorria.





Es una jubilada activa, hace varios cursos, enseña a pintar, comparte su tiempo en un centro de jubilados. Quedó viuda en 2008 y hace tres años comenzó a salir con José Allende, de 74. Compartían paseos al campo, donde Rosa encontraba paisajes para pintar, salidas con otros jubilados. Una relación "tranquila; no era de treintañeros, pero se llevaban bien", dicen sus allegados.



A Rosa la despertó, a las 8, una llamada de la nuera de José, desde Santiago del Estero. Le preguntó cómo andaban las cosas con su suegro. "Bien, nos vamos a comer a casa", recuerda ante LA NACION. Él no quiso hablar; estaba vestido como para salir.



"No podemos seguir siempre discutiendo, esto se tiene que acabar", le dijo él. Rosa entendió que estaba terminando la relación, que la echaba de la casa. Le planteó que tenía razón, que tal vez era bueno tomarse un tiempo. Empezó a cambiarse, a recoger sus cosas y le pidió una bolsa de consorcio para guardarlas, pedir un taxi e irse.






"Volvió con un revólver -relata-. Me lo puso en el pecho y gatilló, pero el disparo no salió. Entonces empezó a pegarme con las manos y con el arma, hasta que me tiró al suelo. Cuando ve que había sangre en el piso agarra una camisa y empieza a limpiarla."






Rosa no se quiebra, repasa con firmeza lo que pasó. "No te vas a morir acá; te tengo que matar porque si te dejo viva me vas a denunciar", le gritaba José. La dejó ahí para buscar la llave del auto . Ella se escapó y corrió a un quiosco frente a la casa que está abierto las 24 horas.







"José me quiere matar", gritó. Llamaron a la policía, le dieron agua y la intentaron calmar. El hombre apareció con otra ropa, limpia. "Vamos vení; vamos", le ordenó. Ante su negativa, le pegó un puñetazo. Entonces intervino el quiosquero y lo redujo hasta que llegó la policía.



A Rosa en la clínica le cosieron los cortes en la cabeza, le enyesaron los dedos fracturados en su mano (las usó como defensa ante el ataque) y trataron de calmarle el dolor de la quebradura en el pómulo derecho. "Tenía el alma rota", describió.



Después del ataque del domingo -el hombre está preso en la cárcel de Bouwer-, su familia y ella misma empiezan a ver que él era posesivo, celoso, que iba recortándole las relaciones, pretendía que tuviera menos vida social. Admiten que "jamás" pensaron que esas conductas pudieran derivar en una amenaza de muerte.





"Desde enero él tenía una fantasía respecto de que a mí me gustaba otro señor, era una crisis de celos -señala-. Todo irreal. Pero, como me dijo la policía, aunque hubiera sido culpable no tiene derecho a golpearme, a querer matarme."

 

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