La dura respuesta de la Catedral de Salta por las pintadas del 8M: "¿Qué hace Dios?"

Son múltiples las opiniones que se han dado a conocer luego de los actos por el día internacional de la mujer el pasado 8 de marzo. Quizás con la confianza que siempre hemos tenido en un desarrollo pacífico y respetuoso, no creíamos encontrarnos con el frente de la Catedral y de otros edificios de la ciudad dañados con pintadas agresivas en aerosol.

¿Qué hace Dios frente a esto? La respuesta es densa. Cuando alguien lo ataca, le es adverso o rechaza, simplemente Él no se defiende. ¡Qué misterio! No toma revancha, no pide venganza. Su justicia es misericordia, por lo menos en esta vida. Su "posible defensa" es volver a ofrecer amistad. Vuelve a llamar, una y otra vez. ¿No es acaso ésta la experiencia que tenemos todos en el Milagro? Por más distancia que tomemos del Amor de Dios, El no deja de llamarnos, de una u otra manera. En este sentido, creemos que elegir de nuevo la confianza es una nota que distingue al cristiano. Somos una religión que se fía de Otro y, por lo tanto, ante todo cree en el otro.

No está de más decir que un reclamo adulto debe desarrollarse como tal, sin recurrir a la violencia; esto último no sería más que un barómetro de la falta de argumentos racionales. La paz reclamada a favor de las mujeres, la queremos para todos: varones, niños, ancianos, jóvenes, en fin, para los que habitamos la casa común, sea en el seno de la familia, de la sociedad o en el de una madre.

Respetarnos y tolerarnos mutuamente es un signo de madurez, la que es capaz de elegir la sabiduría del diálogo con el distinto, para nada enemigo.

Queremos seguir confiando en las manifestaciones pacíficas, que respetan el esfuerzo de todos los ciudadanos que haciendo sus contribuciones confían en una "Salta linda". Queremos gozar de una expresión sin invasiones. En definitiva y más allá de lo edilicio, ¿Acaso la riqueza de un pueblo no pasa tanto por sus recursos naturales o económicos, cuanto más por la calidad de su gente? Que Salta sea la de la "gente linda". La que se respeta, la que deja las armas, la que no gana victorias por gritar más fuerte, sino porque allí donde decide lo bueno y lo malo, vence el egoísmo y es capaz de vivir en un espacio común donde prima el bien de todos, esa sana convivencia que antes de ser una convicción religiosa, más bien es un reclamo del ser más humano.