La historia detrás de Ed Gein, el "Monstruo" que es furor en Netflix
La historia real de Ed Gein, el asesino que inspiró clásicos del terror, volvió a estremecer al mundo. La serie "Monstruo: La historia de Ed Gein" es tendencia en Netflix, pero mezcla hechos reales con ficción.
"Monstruo: La historia de Ed Gein" se ubicó en el puesto número uno del Top 10 de Netflix este fin de semana y despertó una ola de curiosidad y horror. La serie, producida por Ryan Murphy, reconstruye la vida del asesino real que inspiró películas como Psicosis y La masacre de Texas, aunque con algunas licencias creativas que distorsionan la historia.
Ed Gein confesó haber asesinado a dos mujeres: Bernice Worden, dueña de una ferretería, y Mary Hogan, tabernera. Sin embargo, la ficción muestra una cantidad de víctimas y hechos que nunca existieron. En su casa, la policía halló restos humanos que Gein desenterraba de cementerios cercanos, lo que alimentó su fama de "el carnicero de Plainfield".
Uno de los puntos más controvertidos de la serie es la supuesta ayuda que Gein habría dado al FBI para capturar al asesino Ted Bundy, algo completamente falso. También se inventó un romance con Adeline Watkins, quien en la vida real apenas lo conoció, y una supuesta conexión con la criminal nazi Ilse Koch.
El actor Charlie Hunnam, que interpreta al asesino, contó que trabajó la voz del personaje a partir de grabaciones reales y que intentó reflejar su perturbadora calma. Sin embargo, muchos espectadores quedaron confundidos por el límite entre la realidad y la ficción.
A lo largo de los ocho episodios, la serie alterna hechos verdaderos con secuencias alucinatorias que muestran la mente fragmentada de Gein. Entre las invenciones más destacadas se encuentran el asesinato de su hermano Henry, la supuesta muerte de una niñera llamada Evelyn Hartley y el uso de una motosierra, elemento que nunca formó parte de sus crímenes.
Pese a las críticas, la serie se consolidó como un éxito mundial. Y como toda historia basada en el horror real, volvió a plantear el mismo interrogante: ¿hasta qué punto la industria del entretenimiento puede convertir la tragedia en espectáculo?


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