No tienen perdón

Una mentira, una "fiesta negra" y el brutal asesinato de un nene de 13 años

Durante nueve días todo fue desesperación, hasta que encontraron su cuerpo tirado a un costado de la ruta provincial 85. Estaba irreconocible, pero en uno de sus bolsillos tenía guardado su autito preferido.

Federico tenía 13 años y padecía un leve retraso madurativo. Todos los días cuando salía del colegio acostumbraba hacer alguna changa, barrer la calle o cuidar ancianos, para ayudar a sus padres con la economía familiar. Por eso no llamó la atención al principio que no llegara a su casa y no fue sino hasta que empezó a oscurecer cuando su ausencia se hizo notar y empezó una verdadera odisea para encontrarlo.

El informe de los forenses fue demoledor: el nene había sido golpeado, violado y ahogado en un tanque de agua. En medio de una investigación irregular, fue el testimonio de dos hermanas lo que permitió reconstruir la trama de abusos y poder que terminó con la vida de Federico. Los sospechosos, dos comerciantes que entonces tenían 35 y 53 años, pasaron por dos juicios y fueron condenados recién en 2018. "Sabemos que la justicia trabajó bien, pero también sabemos que es muy lenta", dijo Gisele Margiotta, hermana de la víctima.

Pedro Martínez y Jorge Fabrizio, los condenados por el crimen de Federico.

Pueblo chico, infierno grande

El crimen de Federico convirtió al pequeño pueblo, de no más de 21 mil habitantes en ese momento, en un infierno. No solo por la saña con la que lo mataron, sino por los detalles que fueron saliendo a la luz y los ribetes sexuales que fue tomando el caso.

"Federico era un nene de 13 años recién cumplidos, le gustaba trabajar, ganarse un peso para venir y compartirlo con su familia", señaló su hermana, y añadió con nostalgia: "Siempre decía que cuando fuese grande iba a ser camionero y la llevaría a mi mamá a recorrer la Argentina".

Así, haciendo sus "changas", fue como Federico conoció a Pedro Martínez, propietario de una cadena de verdulerías y uno de los condenados por el crimen. "Un día lo trajo a casa y nos lo presentó, dijo que era el que le daba trabajo de vez en cuando para descargar los cajones de fruta y verdura", recordó Gisele.

Justamente, de acuerdo a la reconstrucción, fue este hombre quien a través de un engaño captó al chico y lo llevó a una "fiesta negra", de la que también participó el otro condenado, Jorge Fabrizio, un conocido comerciante de electrodomésticos.

Ese tipo de reuniones, relató una testigo de identidad reservada después, eran habituales en Coronel Pringles al menos desde fines de los ‘80 y los dos acusados estaban involucrados desde entonces.

No obstante, el hecho de que Federico hubiera caído en la trampa de una de ellas surgió gracias al testimonio de dos hermanas, que dijeron haber sido llevadas engañadas al mismo sitio y haber sido testigos de cómo abusaron allí de la víctima.

La declaración de las jóvenes fue clave para conocer los últimos momentos con vida del chico, a quien vieron cuando era arrastrado hacia un vehículo. "Cuando iban en la camioneta, Federico estaba llorando y cuando bajaron, estaba con la mirada baja, no quería levantar la mirada...", aseguró una de las hermanas, según replicó en ese momento La Nueva.

Cuatro días después de esa supuesta fiesta, encontraron el cuerpo de Federico con la misma ropa que llevaba esa noche. Estaba boca arriba, con un brazo tapándole la cara y, a primera vista, al menos un golpe fuerte en el mentón. Los dos comerciantes señalados por las testigos fueron detenidos en marzo de 2005 y llevados a juicio dos años después.

"Una justicia para ricos y otra justicia para pobres"


Martínez y Fabrizio llegaron detenidos al juicio y parecían ir camino a una condena segura. Pero una serie de irregularidades en la investigación y principalmente el hecho de que una de las hermanas, cuyo testimonio había sido clave para el avance del caso, se desdijera, debilitaron la acusación.

Así, ante una sala llena de familiares de la víctima, el fallo del Tribunal de Bahía Blanca fue absolutorio. "Queda demostrado que hay una justicia para ricos y otra justicia para pobres", lanzó el fiscal en ese momento, y prometió que apelaría la medida.

Por su parte, los padres de Federico se pusieron al frente de distintas marchas para exigir justicia y cuestionaron "cierto pacto de silencio" en la sociedad. "Porque las fiestas y los abusos (a menores) continúan, pero nadie quiere decir nada. Quiero que la gente se despierte y no tenga miedo de denunciar estos casos", manifestaba angustiada ante los medios Eva Molina, la mamá de la víctima.

Pese al dolor, la mujer también demostró su entereza al revelar que había recibido amenazas y aun así estar dispuesta a seguir en su lucha por conseguir justicia. "Hasta me llegaron a decir que me vaya de Pringles. Pero no me voy a ir porque tengo a mi hijo ahí y no lo voy a dejar solito", enfatizó.

La madre y la hermana de Federico, tras el fallo absolutorio del primer juicio.

El segundo juicio

Pedro Martínez y Jorge Fabrizio habían mentido. Ambos habían asegurado que conocían a la víctima solo de vista, pero resultó ser que tenían una relación laboral con él: Federico los ayudaba con la descarga de cajas en los negocios de cada uno a cambio de algo de dinero para ayudar en su casa.

Casi al borde de la prescripción de la causa, el Tribunal de Casación ordenó en 2017 un nuevo juicio que se llevó a cabo en noviembre del siguiente año y, como ambos acusados se encontraban en libertad, se libró una orden de detención.

A Fabrizio lo encontraron varias horas después en una cochera de Pigüé, a punto de subirse a un auto con 7000 dólares y 40 mil pesos. Martínez también intentó fugarse pero cambió de idea y se entregó unos días después.

"Jamás se arrepintieron, jamás nos pidieron perdón", apuntó Giseled, sobre los comerciantes que asesinaron a su hermano. Por el contrario, remarcó, "ellos nos culpaban a nosotros (la familia de Federico) por el crimen". "Ellos podían insultarnos, pero si nosotros respondíamos nos sacaban de la sala, esos son los derechos de los victimarios", subrayó.

En el segundo debate por el caso la fiscalía aportó escuchas y nuevos testimonios, entre los que fue clave el de una mujer de 41 años que no solo involucró a Fabrizio y a Martínez en las fiestas sexuales que se hacían en el pueblo desde hacía décadas, sino que también aseguró haber sido violada por el primero de ellos cuando tenía 11 años.

Después de cuatro días de audiencias se llegó a un fallo dividido, esta vez condenatorio: reclusión perpetua. A los dos comerciantes se los consideró culpables del homicidio del menor y a Fabrizio también del abuso. Además, se los condenó a pagar una indemnización cercana a los $ 2,3 millones a la familia de la víctima.

"La última palabra la tenía Dios y se la iba a poner a los jueces en la boca", agradeció en aquel momento la madre de Federico, y manifestó que en "Pringles se salvaron muchos chicos a los que sus padres no les creían" por su lucha.

"Para nosotros como familia fue difícil salir, nos aferramos a Dios todos los días porque Él es el único que conoce nuestro dolor", se lamentó Gisele a 20 años del crimen de su hermano. Aunque destacó: "Mis padres nunca se rindieron, buscaron y lucharon por la justicia de Federico, siempre con la verdad y con humildad".

"La sentencia aún sigue en proceso, aún falta que se deje firme", remarcó sobre el final de la nota, y concluyó: "El año pasado perdimos a mis padres el 10 y 11 de julio, ellos se tuvieron que marchar de este mundo esperando que la condena se cumpla como fue impuesta el 7 de noviembre de 2018: Prision perpetua". Donato Margiotta y Eva Noemí Molina murieron en 2021, con un día de diferencia, por coronavirus. /TN

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Comentarios

  • W

    La justicia del hombre una sra floja,corrupta,ciega,interesada y más. Rara vez justa

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  • MARCO

    JUAN. ERES UN MINUSVÁLIDO MENTAL CON INMADUREZ NATURAL AL ESCRIBIR ESO...IGNORANTE DE MIERDA!!!

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  • juan

    no entiendo,,tenia retraso,era menor y andaba en la vida sin el cuidado de sus padres? ahora que lloran??

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    • MICHO TITO

      sea menor y sea lo que sea nadie tiene porque tocarlo

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    • el unico que llora lagrimas de leche es el ojete de tu vieja salame

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