Garantizar las clases presenciales debe ser la máxima prioridad

El aumento de casos de coronavirus es alarmante y exige a las autoridades tomar cartas en el asunto cuanto antes. Parece inminente un anuncio del presidente Alberto Fernández para aplicar nuevas medidas restrictivas tendientes a disminuir la circulación de personas. La decisión parece sensata y va en el sentido de lo que demanda este presente que promete ser más dramático si no se acciona.

Ahora bien. Las medidas deben tener como prioridad la restricción en actividades recreativas o que no son esenciales. Léase aglomeraciones en fiestas o eventos masivos. Pero bajo ningún punto debe afectar la continuidad de las clases presenciales. En eso deben trabajar el Gobierno nacional y los provinciales, en disminuir al máximo la circulación de personas, pero sin afectar el acceso a la educación para todos.

La presencia de los alumnos en las aulas debe garantizarse más que ninguna otra actividad, ya que sería catastrófico un nuevo año con clases virtuales: el año pasado quedó demostrado que buena parte de los alumnos quedaron afuera del sistema por no tener acceso a Internet en sus hogares, o peor aún, a dispositivos para seguir el hilo de las clases. La deserción escolar es un daño irreparable en un país que ya arrastra problemas estructurales.

La pandemia de coronavirus no hizo otra cosa que desnudar la desigualdad existente en la sociedad. Para colmo de males, la crisis económica y social se agravó y cada vez resulta más difícil para las familias afrontar los gastos que aseguren una vida digna y con acceso a los servicios básicos. En ese contexto, interrumpir las clases presenciales puede significar un golpe de nocaut. La educación tiene que ser una prioridad. Así lo entienden hasta el momento el ministro nacional Nicolás Trotta y sus pares de las provincias. Sin embargo, existen gremios que ya comenzaron a presionar con paros y otras acciones para retornar a la virtualidad.

Siempre va a resultar difícil y chocante cortar o restringir actividades. Pero si hay que darle prioridad a algunas por sobre otros, sin lugar a dudas la educación tiene que ocupar un lugar preponderante. Sin desconocer la emergencia sanitaria que atraviesa el país. Con los debidos protocolos y reduciendo al máximo los riesgos para garantizar la seguridad de toda la comunidad educativa (incluyendo docentes), los alumnos deben seguir en las aulas. La presencialidad asegura el acceso a la educación por igual para todos. La experiencia del año pasado así lo marcó.