Salud

Usan el arte como terapia para chicos con cáncer del Materno Infantil

Se realizan diferentes actividades para chicos internados y sus mamás. Esto contribuye a mejorar su salud. Danzaterapia, artes plásticas, bordado y tejido son algunos de los talleres que se desarrollan en el hospital.

“...No te rindas, por favor no cedas, aunque el frío queme, aunque el miedo muerda, aunque el sol se esconda, y se calle el viento, aún hay fuego en tu alma, aún hay vida en tus sueños...”. Fragmento de No te rindas, de Mario Benedetti.

En el Hospital Público Materno Infantil afirman que el estado anímico de la persona ayuda a la mejor recuperación del cuerpo. Basados en estos principios, dictan diferentes cursos que apuntan no solo a la distracción del paciente y familiar, sino también a que, a través del arte, se canalicen los miedos, las angustias y la resignación.

Los niños con enfermedades oncológicas permanecen internados desde 6 meses a 2 años, que es lo que dura el tratamiento, aislados de todo su entorno.

Tener un hijo internado es un momento muy difícil. Una madre siempre prefiere ser ella el blanco de cualquier sufrimiento o dolencia de sus hijos, pero eso casi nunca es posible.

Las mujeres dejan todo para internarse junto a sus hijos y si bien no pueden sufrir por ellos, al menos los acompañan y les curan las heridas con amor. El deseo de cada una de ellas es que sus hijos no se rindan en la lucha por seguir viviendo.

El Materno dicta una serie de talleres, tanto para las mamás como para los pacientes, con dos objetivos primordiales: lúdico o de esparcimiento y terapéutico.

El primero busca que tanto los chicos como las madres se diviertan y se distraigan de la tensión que implica estar internados. El segundo, el terapéutico, tiene como objetivo resignificar la estadía en el hospital y brindarles otro contexto y lenguajes para que puedan expresar a través del arte lo que no pueden decir con palabras.

En términos de la licenciada en psicología y especialista en oncología, Verónica Santos, “el cáncer viene asociado a una situación catastrófica porque arrasa la subjetividad del individuo; por eso el arte es utilizado como medio para abordar las realidades duras que deben afrontar desde el diagnóstico hasta el tratamiento de la enfermedad. A través del arte se busca resignificar al paciente”.

Por otro lado, “cuando el dolor es muy grande, las palabras se enmudecen, porque son incapaces de describir ese sufrimiento y es el arte el que le pone colores y melodías”, expresó Santos.

El niño con cáncer tiene amenazada su niñez porque el peso de la enfermedad “aplasta” la infancia por la cantidad de duelos que realiza: “Deja la escuela, la familia ampliada, y pasa muchos días internado”, afirmó Santos.

Desde los talleres se busca recuperar ese lugar lúdico, creativo y recreativo. “Aunque el niño tenga cáncer, no pierde los recursos personales saludables y eso es lo que se pretende potenciar”, explicó la psicóloga.

Este año son las artes plásticas, bajo el pincel de Silvina Troyano, el puente que permite exteriorizar los sentimientos de profundo dolor; años anteriores fue el violín de la mano de Kelly Wayar.

Hay pacientes que han podido superar el cáncer y ahora forman parte de diferentes orquestas de la provincia. La música no solo les ayudó a transitar la enfermedad de manera más aliviada, sino que les dio una forma de vida. Santos resaltó la importancia de que estos talleres y buenos proyectos continúen en el tiempo y sean sustentables: “Estamos intentando que ésto sea una modalidad de trabajo y no se interrumpa”.

El mecanismo

Los especialistas aseguran que más que pensarlo como un curso o taller, priorizando la enseñanza del arte, hay que enfocarse en un lugar de conexión y expresión de otros lenguajes. Tiene que tener una connotación de placer para crear un ambiente que a los chicos les dé una experiencia diferente de estar en el hospital.

La expresión de las emociones hace que el niño se relaje y lo ayuda a tener mayor control de las situaciones de la enfermedad. La relajación también contribuye a que el dolor del tratamiento no sea tan grande y que “una inyección o canalización del suero no sea dolorosa”, afirmó Santos. Agregó que “el cuerpo es una unidad en interacción; potenciando algunos recursos emocionales potenciamos la mejora en sensaciones orgánicas”.

Lo importante es que los pacientes puedan apropiarse de lo que los rodea para que deje de ser amenazante o doloroso.

“Los chicos deben adoptar una posición activa frente al tratamiento, les ayuda a tener control y eso baja la angustia”, dijo.

Las mamás también realizan talleres, algunos junto a sus hijos; se dictan otros destinados solo a ellas, como tejido y danzaterapia. El estado de ánimo de ellas es fundamental para la recuperación de los niños, ya que son los pilares.

Los talleres que resignifican el hospital

En los pasillos del hospital se ve a las mamás, con sus hijos internados, junto al personal de ese centro realizar danzaterapia. Por otro lado, en el área de oncología, las habitaciones se convierten en atelier cuando la profesora dicta los talleres de artes plásticas.

Relajada, emocionada, tranquila, feliz, contenta, divertida, risas, suaves caricias fueron las palabras que emitieron las mamás que habitan la residencia del Hospital Público Materno Infantil después del taller de danzaterapia.

“En los pasillos del hospital hay ritmos y vamos a atraparlos”, decía Natalia Salibe, la profesora del taller, mientras el grupo de madres y trabajadoras del hospital atrapaban los ritmos con “ula-ula”, sacando sus cuerpos de la angustia por la que atraviesan al tener a sus hijos recién nacidos internados en el área de Neonatología. Lejos de su familia, solas y con sus bebés enfermos, pasan las horas en el hospital esperando el momento para amamantar a los pequeños y fortalecer el vínculo que los une.

Los profesionales de la salud aseguran que una mamá contenta ayuda mucho en la recuperación de su hijo, porque ésta es el pilar fundamental para el tratamiento.

En especial, la danzaterapia trabaja desde la autoestima, la búsqueda y la resiliencia (flexibilidad para solucionar problemas); todo es a través de la creatividad de la persona y, en particular, este taller en especial ya que también trabajan desde el fortalecimiento del vínculo.

El material

Silvina Troyano es la tallerista que dicta el curso a los chicos oncológicos del HPMI. En diálogo con El Tribuno contó que la mayor importancia del taller no es aprender la técnica sino la resignificación del hospital y su enfermedad, para, de esta manera, perderles el miedo. Utilizan las jeringas para ponerles pinturas adentro, los goteros para mezclar los colores, el plástico de los sueros vacíos para hacer la paleta y colocan las obras en la habitación para darles alegría a las tristes paredes.

“Todos los chicos que están allí tienen algo especial. Son muy callados. Gozan de mucha madurez y tranquilidad, como si flotaran en sus aguas. Nunca vi chicos con tanta paz interior”, dijo Troyano. Si bien en el taller van probando diferentes materiales, la acuarela es la que mejor les sienta, “ya que es una técnica que implica poca manipulación del pincel y esto ayuda a que los chicos muevan poco la mano en la que suelen tener suero”, aclaró.

A los padres también los hacen trabajar para que canalicen la ansiedad; pintan o aprenden de historia del arte con libros que les presta la profesora.

La mayor ansia de la profesora es que esto se extienda en el tiempo.

Ariel y su valiente lucha contra la leucemia

Ariel tiene 13 años y padece leucemia tipo B. Hace 6 meses que arma y desarma barquitos de papel en el Hospital Marteno Infantil y recorre pacientemente la terapia intensiva, una habitación de hospital y el hospedaje que le ofrece solidariamente la fundación HOPE.

Su mamá, Margarita, le contó a El Tribuno su valiente historia.

Ellos pertenecen a una comunidad aborigen de Orán, Ava Guaraní. Son 7 los hijos que la vida le regaló, entre ellos una mujer de 22 años que padece parálisis cerebral.

Margarita dejó a sus 6 hijos al cuidado de una de sus hermanas para acompañar a Ariel, el menor, en la lucha en contra de la leucemia.

Todo comenzó un 9 de octubre, cuando el menor de los hijos, luego de quejarse durante varios días de su dolor de espalda, comenzó a no poder tragar y tener dolores en la zona de la clavícula. Lo llevaron al hospital de Orán y los médicos de allí pidieron el traslado a Salta. En el Materno Infantil le dieron el peor de los diagnósticos: cáncer en la sangre.

Nadie de la familia sabía bien qué era y los médicos le fueron contando de a poco de qué se trataba.

Mientras tanto, Ariel era sometido a los dolorosos e invasivos tratamientos. “Mamá, vámonos de acá, yo me quiero ir con mis hermanos. Me quiero ir a morir a la casa”, le decía Ariel a su mamá, quien se encerraba en el baño a llorar. Con la ayuda de la psicóloga, el cariño y contención de los médicos y las enfermeras, pudieron salir adelante y aceptar lo que les toca vivir.

Gracias esto, Ariel no quiere volver a Orán, dice que quiere ser colaborador de la Fundación HOPE y quedarse a estudiar en Salta.

Las manos solidarias

La Fundación HOPE le provee a Margarita y a su marido un lugar donde quedarse y el hospital les da la comida. La ayuda que reciben es fundamental ya que Margarita es ama de casa. Con la asignación universal y lo que su marido gana en las plantaciones de bananas apenas logran alimentar a la familia.

Artistas en potencia

Tanto la madre como el hijo comparten el taller de arte que dicta la profesora Silvina Troyano: “Yo también pinto, ninguno de los dos lo habíamos hecho antes y nos gusta aprender”, dijo Margarita.

“Mamá, cuando volvamos a casa peguemos en mi cuarto las pinturas que hacemos acá”, le dijo un día Ariel a su mamá.

El chico está cursando el séptimo grado y para que no pierda el año, sus padres hicieron el pase de Orán a la escuela hospitalaria que tiene ducho centro de salud.

Fuente: Laura Ávila - El Tribuno

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