Emotiva historia

Norteña adoptó una beba abandonada con discapacidad: "Iba a morir pronto"

La conoció en el hospital donde trabaja y no dudó ni un segundo en darle un hogar, a pesar de los pronósticos.

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En 2014, Nuria Pérez conoció a Zoe, una beba con un pronóstico de un año de vida. "Si va a vivir tan poco mejor que sea con una familia y no en un hospital", pensó Nuria, y empezó los trámites para convertirse en su mamá legalmente. Zoe vivió más años de lo que imaginaron y marcó la historia de Nuria para siempre.

Ese día, Nuria dejó a su hijo en el colegio, se subió a su auto y manejó 70 kilómetros hasta su trabajo en el hospital Eva Perón de Tucumán. Entró a la sala de neonatología y saludó a las otras enfermeras. Estaba por arrancar su turno así que repasó las cunitas. Fue en ese momento, un día de mayo de 2014, que vio a Zoe por primera vez.

Una compañera le explicó que la beba tenía dos meses y una línea resaltada en su carpeta breve: "Causa social: abandono". Su diagnóstico era "hidranencefalia", es decir, en vez de hemisferios cerebrales tenía dos bolsitas con líquido. Su expectativa de vida era de un año más o menos.

Nuria vive en una zona rural, es de un pueblo llamado Santa Lucía, a unos 600 kilómetros de San Miguel de Tucumán.

Pasaron los meses y Zoe siguió creciendo en esa cuna de hospital. "Al no tener sus hemisferios formados no podía ver, tampoco escuchar, obviamente no iba a poder caminar. Pero sí tenía formado el tronco cerebral, lo que hacía que el funcionamiento de sus pulmoncitos y de su corazón estuvieran activos", cuenta la joven a Infobae.

"Un mes después de conocerla, mes y medio, le dije a mis compañeras: ‘Yo voy a ser la madre'", recuerda Nuria.

"Pensé: ‘Si va a vivir una vida tan cortita sería bueno que tuviera una mamá, un hermano, abuelos, tíos, primos, una casa, una cama, su ropita, sus juguetes'", enumera la joven tucumana. Y agrega: "Creo que hay muchas maneras de ser madre, y la adopción era una manera distinta a la que yo conocía".

Un día volvió a casa, se sentó con su papá, su mamá y su hermana y les contó la situación. Les dijo cuál era el estado de salud de Zoe, su pronóstico de vida y lo que había podido averiguar en el juzgado: que la mamá biológica había sido una chica muy joven, sin ninguna posibilidad económica de hacerse cargo de una beba con discapacidad. "Me dijeron que si era mi decisión y yo estaba segura que ellos me iban a acompañar", recuerda.

También habló con Lázaro, su hijo, quien se puso contento porque era el único de su grado que no tenía hermanos.

Finalmente, lo consultó con el papá de su hijo, del que estaba separada. "Él tenía derecho a proteger la integridad de Lázaro, porque iba a tener una hermanita que iba a vivir poquito tiempo, lo que podía provocarle sufrimiento. No sólo estuvo de acuerdo, se involucró tanto en su crianza que con el tiempo se convirtió en el papá de Zoe". Los padres de él, a la vez, se sumaron como abuelos paternos, cuenta Infobae.

El 1 de agosto de 2014, con autorización judicial, fueron a buscarla al hospital.

La atendían un neurólogo, un fonoaudiólogo, un neurocirujano, un kinesiólogo, la llevaban a hidroterapia, se alimentaba por sonda y tenía una válvula para drenar el líquido cefalorraquídeo de su cabeza. 

"Yo siempre la traté como a cualquier niño. Nunca en mi cabeza estuvo que ella sufría o 'pobrecita, mi bebé'. La llevaba a la plaza, la subía a la calesita, salíamos a comer en familia con ella: cosas normales que capaz que los padres de un niño con una discapacidad no se animan a hacer", asegura.

Fueron años de alegría pero difíciles, porque Zoe tenía convulsiones a diario, usaba pañales, había que rotarla para evitar las escaras en su piel y solía tener crisis respiratorias que obligaban a su familia a internarla.

"Uno nunca está preparado para algo así, menos si se trata de la muerte de un hijo", reflexiona.

El 12 de agosto de 2019, Nuria volvió del trabajo y notó que su hija estaba "rara". "La llevé a mi cama, la abracé. Dormimos juntas esta noche". La controló una vez por hora y aunque los niveles de saturación de oxígeno eran normales, por la mañana la llevó al hospital. En el momento en que la acostó en la camilla, Zoe tuvo un paro cardiorrespiratorio.

Fue en ese momento que Nuria tuvo que tomar la que considera "la decisión más difícil de mi vida: no reanimarla, no intubarla, no sostener la vida a cualquier precio".

Zoe murió el 13 de agosto del año pasado: diez meses antes de ese día, Nuria había logrado convertirse legalmente en su mamá.

"Todavía estamos aprendiendo a vivir sin ella. Duele mucho, pero no me arrepiento de nada. Fueron los mejores cinco años de mi vida", dice emocionada.

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