Conmoción

"Vas a ver cómo se quema tu macho": su marido la usó de señuelo para matar a un hombre

Su esposo, que la abusó, torturó y obligó bajo amenaza de muerte a presenciar un asesinato, que ella tenía miedo, que estaba en shock, entregada.

"Sumario penal caratulado contra Glenda Aciar y Luis Montaño por homicidio agravado art 80 del CPA E/P de Rubén Quiroga". Una causa, una imputación, dos acusados, una muerte, muchas abreviaturas. Pero sobre todo, un Poder Judicial que insiste en una sola mirada. Esa que no ve con perspectiva de géneros.

Durante horas, Glenda relató a la justicia sanjuanina el calvario de violencias que vivió al lado de Luis Montaño, el papá de su hija.

No alcanzó. Entonces ahora tiene que probar que no mató, que fue su marido, que la abusó, torturó y obligó bajo amenaza de muerte a presenciar un asesinato, que ella tenía miedo, que estaba en shock, entregada. Desde el penal de Chimbas, Glenda tiene que probar que es una víctima más, para así probar también que su historia es otro ejemplo de una justicia que sigue sin escuchar a las mujeres.

"Necesitamos que el Juez haga aplicación de la ley Micaela y empiece a llevar la causa desde la perspectiva de género. Nosotros estamos trabajando para demostrar que Glenda ha sido víctima del poder que tenía Montaño sobre ella con violencia extrema, y que estuvo en el lugar del homicidio de Rubén Quiroga con su voluntad totalmente anulada. Estuvo ahí porque sino Montaño la mataba", afirma a Infobae Leonardo Miranda, uno de los abogados de Glenda.

El horror

Luis Montaño controlaba a Glenda. La sometía. En mayo, la llamada de un amigo fue la excusa para una nueva explosión de celos y entonces reventó el celular de Glenda contra la pared. De los restos del teléfono sacó el chip y se lo puso al suyo. Un mensaje de Rubén Quiroga que encontró lo puso en alerta, dando pie a una escalada al abismo.

"Montaño le pidió explicaciones a Glenda, le dijo ‘te lo has cogido a este'. Le pegó, la obligó a abrirse de piernas y le dio un puntapié con el botín de punta de acero. El tipo se volvió loco y le preguntaba si la había pasado bien, cómo tenía el pene, qué cosas le hacía, en qué posiciones. Y si no le contestaba, le pegaba peor y la amenazaba con matarla", cuenta a Infobae la defensa de Glenda.

Con el chip en su teléfono, Montaño comenzó a hacerse pasar por Glenda e intercambiar mensajes con Quiroga. Tras un ida y vuelta, Montaño le propuso verse. El cotejo pericial confirmó que el mensaje que citó a Quiroga a las 12 de la noche salió con el número de Glenda desde el teléfono de Montaño.

"Ese viernes, Montaño armó una mochila, cargó guantes y echó un bidón de nafta a una botella de plástico. Metió mucho papel de diario y un fierro que había soldado. Todo el tiempo amenazaba a Glenda con matarla si no lo acompañaba. Y después le dijo: ‘Cuando llegue vos no vas a dejar que te toque, si te toca los mato a los dos. Este no te toca más'". La defensa de Glenda retoma los relatos de una indagatoria que duró más de siete horas.

Glenda contó a la Justicia que la noche del crimen su marido le partió la espalda y la nuca con el fierro a Quiroga. Después cargó el cuerpo en la bicicleta y lo llevó a un basural a pocos metros donde tenía preparada una hoguera, con gomas y ramas.

La noche del 22 de mayo de 2020, Quiroga llegó al lugar del encuentro en bicicleta. Glenda lo esperaba en una piedra, donde la colocó su marido antes de esconderse. Cuando Quiroga atinó a abrazarla, Glenda se corrió. Resonaban en su cabeza las repetidas advertencias de muerte. En ese momento, Montaño apareció por detrás de Quiroga y le partió la espalda y la nuca con el fierro. Después cargó el cuerpo en la bicicleta y lo llevó a un basural a pocos metros donde tenía preparada una hoguera, con gomas y ramas. Antes de rociarlo con nafta y prenderlo fuego, revisó los bolsillos. Sacó el celular, documentos, la billetera, pero se guardó la plata.

Según su defensa: "Glenda entró en shock y atinó a irse, pero Montaño la agarró de los pelos y le dijo ‘te vas a quedar a ver cómo se quema tu macho'. Cuando durante la indagatoria le preguntaron si no atinó a llorar o a gritar, ella respondió ‘Yo no sabía dónde estaba. Pensé que me moría ahí... Estaba entregada'".

Después de una hora de obligarla a ver cómo ardía el cadáver de Quiroga, Montaño permitió que Glenda volviera con la nena que había quedado durmiendo sola. La mañana del domingo la llevó otra vez al basural y la hizo remover y poner los restos en una caja. Montaño destornilló el inodoro de su casa, los tiró al pozo negro y volvió a atornillar.

Crimen y castigo

El crimen de Rubén Quiroga responde, con puntos y comas, a la definición de femicidio vinculado: la muerte de otro u otra que tiene como objetivo seguir castigando, destruir psíquicamente a una mujer sobre la que se ejerce dominación.

El médico psiquiatra Enrique Stola aclara cómo funcionan los engranajes de violencia: "El femicidio vinculado es una de las formas más extremas de violencia contra la mujer, tratando de que la mujer quede viva y sufra porque se está asesinando a veces a los hijos, hijas, o a algún familiar o persona que está o ha estado relacionado afectivamente con ella".

Las torturas continuaron y hasta se recrudecieron durante la semana que Montaño permaneció en el pueblo. Fue todavía peor cuando "subió" a la mina.

"Glenda manifiesta que desde que se enteró de la infidelidad era mirarla para castigarla. Él necesitaba verla todo el tiempo llorando o padeciendo dolor, sino no tenía paz", dice Cecilia Maldonado, del equipo de defensa.

"Glenda manifiesta que desde que se enteró de la infidelidad era mirarla para castigarla. Él necesitaba verla todo el tiempo llorando o padeciendo dolor, sino no tenía paz", dice Cecilia Maldonado, del equipo de defensa

Desde Veladero, Montaño la llamaba a cada rato y le pedía mensajes y videos para saber dónde estaba. Las dejó sin plata, solo con la mercadería, para que no hiciera falta salir. Bajo amenazas, la obligó a rapar su pelo largo y "ruludo" y a usar su ropa de trabajo "para evitar que otros la miren". La obligó a mandar videos masturbándose y haciendo poses y bailes sexuales. Gran parte de ese material se recuperó de los teléfonos y forma parte del expediente judicial de una causa de la que, igualmente, Glenda está imputada.

Mónica recuerda cuando encontró a su hija rapada: "Era precioso el pelo que tenía. Una noche fuimos y estaba con un gorrito. Cuando le pregunté por su pelo contestó que se lo había cortado por una promesa de Luis. Es que la bebé nació con unos cositos en la cara, que le llaman mamelones, y la tuvieron que operar. La promesa era que ella se cortara el pelo y se lo llevaran a la Difunta Correa. No quería sacarse el gorro, pero nunca nos contó nada".

Para Stola, lo que vivió Glenda puede compararse con lo que viven millones de mujeres que en situación de trata o de prostitución son manipuladas y sometidas por explotadores o tratantes a fuerza de golpes, de descalificaciones y torturas: "La persona puede estar sola, delante de la policía, o de su familia y no se va a atrever a hablar porque tiene incorporado al represor que la domina totalmente. No es necesario que esté presente el dominador físicamente porque está presente internamente y puede hacer lo que quiera con ella, aún a la distancia".

El cuerpo como culpa


Glenda siente culpa. Cree que hizo algo para provocar tanta violencia. Repite que merece que la condenen por infidelidad pero no por matar.

Stola pone luz sobre esa necesidad de castigo: "Cuando los machos violentos atacan a personas que la víctima quiere o a alguien relacionado con la víctima y esa persona muere o sufre graves agresiones, lo que siente la víctima es culpa. Se siente responsable, siente que por ella están sucediendo las cosas y aparece la necesidad de castigo. Pero esto tiene historia: tiene que ver con la forma en que las mujeres son socializadas y esa culpa que la estructura cristiana en la que vivimos ha introducido en los cuerpos, especialmente en los cuerpos de las mujeres. Ellas siempre son las culpables de hacer mal las cosas, de perjudicar a los hombres, de no cuidar a la familia, a los hijos. La culpa histórica que traen las mujeres se llena de contenido con las diversas prácticas sociales y en los vínculos, y de acuerdo al momento histórico que se viva. La situación de Glenda Aciar es casi el paradigma de lo que viven las mujeres en el mundo". /Infobae 

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Comentarios

  • mpo

    en cana los dos una por puta el otro por pelotudo

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  • el macho del novio del gaucho lunari

    Ojito eh!

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  • payaso acuarela

    y bue, si no hubiera andado de fiesta cuando el marido estaba deslomandose trabajando nada hubiera pasado, no pueden pasar una semana sin un macho estas alzadas.

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  • ana

    Che, aprendan a escribir, abusan del queísmo.

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  • Paquitopena

    me dan miedo estos machos, se pasan, mi novio no es asi, solo me pega

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