Historia de vida

La fatalidad le quitó un brazo, el fútbol le devolvió las ganas de vivir a él y a su familia…

A los 2 años sufrió un accidente que se lo amputó. A pesar de su corta edad, Fabricio le enseñó a su familia lo que es no entregarse nunca y afrontar la vida desde otra ventana.

El sábado 28 de febrero del 2004 quedó marcado a fuego en la vida de Fabricio y de su familia. Con apenas dos añitos de vida buscando bolillas para jugar el secarropas le arrancó el brazo izquierdo. El pequeño solía guardar en ese artefacto sus juguetes donde metió la mano y la fatalidad hizo el resto.



“Yo estaba en la casa de mi mamá haciendo empanadas para vender”, cuenta su mamá, Claudia, a Tiro Libre. “Siempre me llevaba a Fabricio conmigo, pero ese día lo dejé y se quedó con su papá porque estaba viendo tele. Fabri se levantó y fue a buscar las bolillas que guardaba en el secarropas, que lamentablemente le arrancó su brazo”. A pesar del tiempo que transcurrió, Claudia todavía se angustia cuando narra la historia.



A partir de ese día la vida cambió para la familia. “Fue todo muy angustiante, yo no podía dejar de pensar en el accidente de Fabri, me sentía mal, tuve que pedir ayuda profesional, pero en verdad fue mi niño el que nos ayudó a salir adelante”, recuerda Claudia, que es profesora de historia aunque no trabaja en curso por el momento, desempeñando el cargo de auxiliar administrativa en un colegio.





La familia se compone de tres hijos: Claudio (22), Arnaldo (20) y Fabricio (16). Los tres estudian y Fabricio les enseñó a ellos lo que es encarar la vida con optimismo más allá de la fatalidad. Fabri, como le dicen en el seno familiar, juega al fútbol en las divisiones menores de Gimnasia y Tiro.



“Un día me vino a ver el padre, me dijo que tenía un chico con esa particularidad, que le faltaba un brazo. Le dije que no había problemas, que si tiene condiciones va a quedar. Así fue, vino, se sometió a una prueba y quedó porque es un buen jugador”, le explica Luis Viano a Tiro Libre.



“En el club me tratan como a uno más, nadie se fija en mi cuerpo, son muy buenos compañeros y me siento contenido en todo sentido”, cuenta Fabricio. “En el único sitio que me cargaban fue en la escuela primaria, pero después ya no me decían nada. Igual yo no le daba importancia”, dice con firmeza.



Fabricio nunca se dio por vencido. Perder un brazo fue algo que no lo volteó, al contrario. “El nos enseñó a vivir, a salir adelante a nosotros. Tiene una fuerza y una convicción que nos sorprende. Siempre le gustó el fútbol, juega desde chiquito, y a partir de este deporte también nosotros sentimos fortalezas para continuar. Se puede decir que el fútbol nos salvó, que vino a ser una herramienta para darnos cuenta que la vida sigue adelante”, refresca Claudia.



Sus hermanos sienten admiración por el menor de la familia. “Es un chico muy estudioso, le gusta lo que hace. Entrena mucho porque quiere llegar alto en el fútbol”, relata Claudio, el mayor, mientras que Arnaldo asiente con su cabeza.





Fabricio acuna el sueño de todo chango: quiere llegar lejos con el fútbol y se siente con posibilidades de lograrlo. “El hecho que me falte un brazo no significa que no puedo desempeñarme dentro de una cancha. Por ahí me cuesta sacarme un rival de encima, pero nada más. Hay que ponerle actitud”, resalta casi con fiereza.



Claudia está separada, y entre ella y sus tres hijos hicieron un muro de contención para darse fuerza. Seguramente a todos ellos los asaltan de vez en cuando aquella tarde de horror cuando el más chiquito de la familia sufrió esa desgracia. Pero después se recomponen cuando ven el ejemplo de aquél niño y hoy adolescente de nombre Fabricio, al que la vida le quitó un brazo, pero al que el fútbol le devolvió las ganas de vivir a él y a su familia.





Comentarios

Tucomentario

Nombre

Más de Tiro Libre