Rodolfo Llanos

Publicista
Números que duelen

Uno de cada tres salteños es pobre según la Universidad Católica Argentina

El reciente informe de la Universidad Católica Argentina (UCA) arrojó un resultado irrefutable y tremendo: 1 de cada 3 salteños vive en la línea de la pobreza y no tiene los ingresos mínimos para garantizar su alimentación, vivienda y vestimenta.

Más allá de responsabilidades políticas, que no es mi intención ponerle nombre y apellido, el modelo de administración, desarrollo y producción ha fracasado.



Según la UCA, es alarmante observar como durante los últimos años la indigencia pasó del  5,3% al 6,9%. Es clave aclarar que para estar por encima de ese nivel de indigencia, una familia solo debe percibir más de $ 2.200 al mes. Resultando un magro ingreso diario, por núcleo familiar, de $73 para pagar vivienda, comida y vestimenta.



La brecha promedio de hogares pobres aumentó de 32,4% en 2015 a 34,9% en 2016, mientras que, la de hogares indigentes lo hizo de 23,7% a 34,7%. Es decir, que esta última se profundizó aún más.



En números, según informa la UCA, casi 439.890 salteños son pobres y 91.977 viven en la indigencia.



Para la reconocida institución que llevó adelante este informe, la situación de indigencia es vivir bajo plásticos o en la calle, comer lo que se encuentra en la basura y vestir con harapos. Indigencia también es mínimo acceso al agua potable y cero proyecciones mentales de futuro.



Los cordones de pobreza en las grandes ciudades de la provincia como lo son Salta Capital, Oran y Tartagal se multiplican ante la indolencia y la inacción de la política. De este modo, la brecha entre ricos y pobres se vuelve cada vez más grande.



La responsabilidad de esta situación a nivel país son las condiciones macroeconómicas generadas por el anterior gobierno nacional, y el shock inflacionario del actual gobierno, que han perjudicado a los más vulnerables, sumado a la falta de acción provincial y municipal que ponga en foco la asistencia alimentaria de aquellos que solo cuentan con $41,5 por comida para darle de comer a su grupo familiar.



Es momento de que la política deje de mirar las apetencias personales por el poder y comience un camino de trabajo para resolver esta cuestión. Hay un frente al que declararle la guerra. El enemigo se llama desnutrición, hambre y extrema pobreza.

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