Sociedad

Papás 3D: lejos del estereotipo, están cada vez más presentes

Disfrutan de bañar, cambiar, llevar a sus hijos a la escuela o a vacunarse. Consideran que los tradicionalistas que no lo hacen, "se lo pierden" y que repercute de forma positiva en la pareja. La cuestión generacional y sociocultural.

Hay un mito urbano que dice que las mujeres se enternecen cuando ven a un hombre por la calle cuidando de un animal o de un bebé, salvando las distancias. Quizás los padres modernos tengan en cuenta ese dato. Quizás no. La realidad es que los papás de las generaciones más jóvenes que están dispuestos a dedicarse a sus hijos tanto o más que lo que lo hacen sus esposas, no son sometidos ni pollerudos. Son astutos y compradores. Y, sobre todo, están muy orgullosos de ocuparse de las tareas de la casa y de estar presentes, muy cerca del crecimiento de los chicos. A tal punto disfrutan de cocinarles, bañarlos y cambiarles los pañales, que aseguran que "el que no lo hace se lo pierde". Para diferenciarse de aquellos a los que los hijos ven poco o en una pantalla 2D de computadora, algunos se llaman a sí mismos "padres 3D".

Así se autodefine el italiano Andrea Corno, que ronda la cuarta década de vida y que habita la Argentina desde 2006. Trabaja como director ejecutivo regional en la consultora FutureBrand, y por esa tarea debió viajar mucho. "Durante muchos años viví literalmente en el cielo, tomando cien aviones por año y estando lejos de la familia. Desde hace un año pude cambiar mi estilo de trabajo y pasé de ser un padre 2D, que aparecía en pantallas de computadoras o en líneas de teléfonos, a un padre en 3D. Esto cambió muy fuertemente la relación con mi familia", celebra. 

Con la galantería de un tano y la dulzura de los padres dedicados, Corno presenta a su familia: "Mi casa está más llena de princesas que Disneyland. Hay una princesa rubia de seis añitos, que se llama Violeta, otra de rulitos, de tres años, que se llama Francesca, y una princesa madre reinante, llamada Marcela, que no me acuerdo cuantos años tiene."

Dice que lo que más disfruta hacer con sus hijas es cocinar, aunque algún machista atribuiría a su condición de hombre el despelote que dejan en la cocina cada vez que preparan sus delicias. "La pasamos muy bien amasando, cocinando, mezclando, haciendo tortas. Quiero entrenarlas bien por seguir comiendo rica comida italiana cuando sea viejito y es una actividad hermosa para compartir. Cada una tiene sus tareas y sus delantales, pero no me entra en la cabeza que sólo se pueda ensuciar un sector. Cuando cocino me siento una mezcla entre Ratatuille, Van Gogh y los cocineros de la tele. Cuando uno está concentrado en su arte, los límites de espacio no tienen sentido", decreta.

A David Flaks lo llaman "Deif", y dice que lo que más felicidad le produce hacer con Sol, su hija de dos años y medio, es dormir la siesta, "por obvios motivos". Pero eso no lo convierte en un holgazán: trabaja cerca de ocho horas por día en informática y, a la hora de ocuparse de Sol, se pone las tareas al hombro y la pasa bien dándole de comer, bañándola o jugando juntos. "¿Qué pensás de los padres que dicen que esas tareas son cosas de mujeres?", le pregunta Tiempo Argentino. Y él responde, simple y conciso: "Que tienen razón, pero ellos se lo pierden."

Con Mariela, su mujer, a veces discuten acerca de qué actividades les corresponden a cada uno. "Algunas cosas de la casa, como arreglar algo, lo hago yo. El resto no", sostiene, y demuestra que estar con papá o con mamá puede no ser mejor o peor, pero que sí es distinto: "Cuando era recién nacida y se despertaba de noche, yo me levantaba, me la llevaba al living, y me ponía a jugar a la Play con ella al lado."

La hija de Paula y Nicolás Fiorentino, Amanda, tiene la misma edad que Sol. La pareja apenas pasa los 30 años y, para él, ayuda mucho en la pareja que los padres se ocupen de los hijos a la par de sus mujeres: "Sin lugar a dudas. Evita muchas discusiones y, sobre todo, genera la sensación de respeto sobre el otro. El respeto a sus intereses, sus necesidades, su tiempo. Todo eso confluye directamente en el humor de la pareja", defiende.

Para él, este cambio cultural parte de lo socioeconómico. "Creo que en las familias de sectores medios se empezaron a equiparar las tareas porque ambos miembros de la pareja necesitan trabajar para cubrir los gastos de la casa o porque la mujer decide abandonar el rol que la sociedad le tenía asignado en generaciones anteriores para desarrollarse como mujer, además de ser madre o esposa. O por ambas, en nuestro caso. Sin embargo, en sectores más privilegiados de la sociedad sí resulta más difícil romper con ese esquema familiar conservador."

Cuando Nicolás era chico, vivía dentro de una familia tradicional. "El padre se encargaba del patrimonio, y la madre, del matrimonio", resume. En cambio, el papá de Amanda asegura que él cambia pañales, le compra ropa, cocina, le da de comer, la traslada de y hacia el jardín, va a las reuniones de padres, juega, baila, canta, y así sucesivamente. "Las tareas que hago con mi hija son casi las mismas que hace con su mamá, sólo que muchas familias ahora comparten eso, rompiendo con el estereotipo de que eran tareas que exclusivamente les correspondían a las madres", argumenta, aunque reconoce que lavar los platos no es su fuerte. A eso se suma Andrea Corno: "Antes de secar un plato, prefiero que el agua se evapore sola."

Fiorentino es el responsable de que su hija cumpla con el calendario de vacunación, pero comparten tanto que a él le cuesta elegir su actividad preferida: "Amanda viene conmigo cada vez que salgo, ya sea a comprar algo, a arreglar el auto. Hoy, de hecho, me acompañó a hacer trámites en la AFIP. La actividad que más disfruto es que ella disfrute de compartir conmigo el día a día, las actividades que se suponen no divertidas."

Gabriel Astrovsky tiene 36 años, es director ejecutivo del estudio AIMA –una empresa dedicada al diseño y la producción de eventos corporativos–, y dice con orgullo: "Con Virginia, mi mujer, compartimos y nos repartimos las tareas, sin importar a quién le corresponderían en el manual de las viejas familias. Yo suelo bañar a los chicos mientras ella cocina. Pero no es que ella cocina porque le corresponda como mujer, sino porque le sale más rico que a mí."

Su hija Sofía tiene tres años y medio, y su bebé Julián, diez meses. Hace un año y medio, cuando Julián era un plan remoto, a Virginia le ofrecieron viajar por trabajo durante un mes. Cuenta Gabriel: "Claro que fue fuerte la situación del despegue. Pero desde casa apoyamos su crecimiento profesional y ella viajó tranquila." Le encanta insistirle a Julián para que se anime a gatear y que Sofía se siente a su lado con una computadora de juguete y le diga que está muy atareada. Pero para demostrar que en su casa las tareas se reparten casi por igual, Astrovsky revela: "Yo le enseñé a mi esposa a cambiar pañales."

Fuente: Tiempo Argentino

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