Se fue a jugar al cielo

Cómo era la vida de Lisardo, el personaje salteño que todos vamos a extrañar

Murió ayer a los 60 años. Era conocido como el paseador de juguetes de zona norte.

Lisardo Yapura quedará en la memoria de todos los salteños. Su vida no era como la de cualquiera, tenía un color especial que lo hacía único e irrepetible. Esa magia que portaba contagiaba a quienes lo vieran pasear con su larga fila de camiones de juguete, enganchados uno tras otro, y tirados de una cuerda. Así pasaba sus tardes. A veces también eran mañanas. 



Ayer, a los 63 años, el destino quiso que siguiera jugando, pero en otro lugar. Donde no lo vemos. Su cuerpo dejó de funcionar. 



El hecho conmocionó a la opinión pública y generó una sensación de tristeza en todos, aunque nada fueramos de él o su familia. 




Pocos sabían detalles de su vida. Sólo que paseaba a los "autitos". 




LIsardo vivía junto a su hermano Cristobal, dos años menor, en su casa de calle Balcarce al 2200. Desde ahí partía su habitual marcha pintoresca que luego continuaba por avenida Bolivia. Seguía hasta el supermercado de la zona y dobla por la estación de servicio hasta la 20 de Febrero. De ahí otra vez hasta su casa.



A los 40, sufrió un enfriamiento extraordinario que lo llevó a una neumonía que casi le quita la vida. Tan fuerte fue lo que pasó que tuvo secuelas. Un trastorno mental. 




Casi que no hablaba con nadie más que su hermano, su protector. 




“Lisardo es así desde la infancia, desde muy chiquito. El nació así porque mi mamá, Nicolasa Tolaba, estaba embarazada de él y ya lo estaba por tener cuando se asustó feo porque vio un hombre ahorcado en el campo, donde vivían. Ese hombre era empleado del ferrocarril en Tolloche, Anta, y mi mamá lo ha visto colgado de un árbol y se ha asustado mucho. Entonces, por esa sorpresa que ha tenido es que ha nacido aicadito el Lisardo”, contó hace un tiempo Cristobal a diario El Tribuno. 



La realidad es que hoy los salteños, aún sin conocerlo, sentimos esa tristeza de perder a quien gratuitamente le ponía alegría a la ciudad. Él seguirá jugando, pero en algún lugar del universo. 

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