Matías Isola

Que Pasa Salta
#RevoluciónDeLaAlegría

Suba de tarifas: llegar a fin de mes, un lujo para pocos

Los servicios volvieron a subir y generaron malestar en la población. La inflación no da tregua y el Gobierno nacional no encuentra el rumbo económico.

Sinceramiento, readecuación, gradualismo. Son los términos empleados por los funcionarios del Gobierno nacional para referirse a los aumentos tarifarios que sufren con preocupante frecuencia los argentinos. Los usuarios no se terminan de amoldar a la anterior suba que de golpe ya tienen en sus manos una boleta con el nuevo cuadro tarifario. Así no hay bolsillo que aguante.



El viernes fueron la luz, el gas y las prepagas. El sábado las naftas. Y próximamente llegará el turno del agua y del transporte para los salteños. Todos esos servicios sufrieron y sufrirán aumentos que repercuten y repercutirán en los vapuleados bolsillos de los usuarios. Sin dejar de lado la inflación, que el gobierno de Mauricio Macri nunca terminó de controlar y que se constituye en otro factor para no llegar a fin de mes. Algún filósofo la describió como "el impuesto de los pobres", en una definición brillante y más que elocuente.



Cuando asumió la gestión de Cambiemos muchos economistas (afines y no afines al oficialismo) coincidieron en que existía una distorsión en las tarifas de los servicios y que era vital un reajuste. Había consenso en cuanto a la crisis energética. Incluso algunos votantes de Macri asumieron como necesario el sacrificio. A esta altura da la sensación de que los aumentos graduales se constituyen en un tarifazo permanente, que no se acaba nunca. Juan José Aranguren y compañía lo podrán camuflar con palabras suaves, pero lo cierto es que el humor social se percibe en la calle. En todo caso el mal humor. La única verdad es la realidad.



Para el año que viene el Gobierno pretende un techo del 17% para las negociaciones paritarias. Teniendo en cuenta que la estimación del Banco Central es que la inflación será del 10%, suena razonable. Sin embargo hay un antecedente inmediato que genera escepticismo: la meta inflacionaria para este año fue del 17% y la misma no fue tal. 



El panorama es desalantedor si se tiene en cuenta que la economía no arranca. El Gobierno se apoya en los índices de la construcción que crecieron. Es un buen síntoma, pero no alcanza. Es sólo un sector. La lluvia de inversiones se postergó hasta nuevo aviso y la promesa electoral de pobreza cero parece una quimera. La única certeza es que las tarifas seguirán subiendo. Y el pueblo seguirá pagando de su bolsillo los errores de la política.

 

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