Matías Isola

Que Pasa Salta
Silencio cómplice

Si los periodistas no repudiamos la violencia contra colegas estamos fritos

Algunos periodistas cayeron en la trampa de la grieta y omitieron repudiar episodios de violencia sufridos por colegas en el desempeño de su trabajo.

Tanto la brutal agresión que sufrió el ex fotógrafo de Página 12 Pablo Piovano como la que padeció el cronista de TN Julio Bazán merecen el más enérgico repudio de toda la sociedad, por citar dos ejemplos. En el primer caso por la represión indiscriminada de las fuerzas de seguridad, y en el segundo por el ataque de manifestantes.



Varios medios de comunicación incurrieron en omisiones sumamente peligrosas. Si un trabajador de prensa es víctima de violencia en el marco de una cobertura periodística no hay interpretación que valga, debe repudiarse a cómo dé lugar. De lo contrario se es cómplice de la barbarie. No hay margen para dobles discursos.



Es indudable que los medios responden a intereses y en función de ese "juego" llevan agua para su molino. Sin embargo los periodistas no deberían entrar en esa dinámica perversa con los hechos de violencia. Con el agravante de que en este caso estamos hablando de colegas.



Nadie está exento de padecer un episodio similar el día de mañana. El clima se enrareció en los últimos días y la tensión se instaló en las calles. Avalar la violencia o callar ante ella es un grave error que no hace otra cosa que echar más leña al fuego.



Los periodistas no pueden caer en la trampa de la grieta que proponen algunos y que tan funcional les resulta. La violencia es violencia y hay que repudiarla. Todo lo demás es discutible en el marco de la democracia.

 

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