Tane Da Souza Correa

Licenciado en Física
#Opinión

Por cualquier hombre del mundo

Otro niño wichí que muere desnutrido en nuestra querida Salta.

Ser capaz de sentir en lo más profundo cualquier injusticia cometida contra cualquiera en cualquier lugar del mundo es la cualidad más hermosa de un revolucionario, nos decía el más grande de los revolucionarios, el argentino-cubano Ernesto Che Guevara.



Definitivamente no hay que ser revolucionario, o coincidir en el pensamiento con el Che para indignarse profundamente con otra muerte más en el interior profundo de nuestra provincia. Una familia wichí que ya sufrió la pérdida irreparable de otro hijo, vuelve a sentir en lo más hondo las injusticias y desigualdades presentes en la sociedad, además de los resultados de políticas públicas nulas, erradas o, en el mejor de los casos insuficientes, para los pueblos originarios.



Pareciera que el Estado se acuerda de los postergados desde hace siglos sólo en épocas de elecciones, o para algún acto mediático aislado, como hizo el Presidente Macri en abril pasado entregando títulos universitarios. Sin embargo, el sistema educativo destinado a estos pueblos, significó crisis y lucha por la adaptación de aquellos niños que ingresaban a las aulas sin docentes capacitados para enseñar en educación bilingüe, chocando contra el intento de traducir una



cultura a un idioma que nunca pudo, ni puede, entenderla. Así, por ejemplo, los originarios no



dicen “ojos”, sino “semillas del rostro”, y tienen un sin número de variantes para nuestro sencillo



color “verde”. Entre estos y otros ejemplos, los Wichí han tenido que encorsetar su cultura para



caber en el mundo, en otro mundo.



No se niega que es un gran avance incluir al sistema universitario a quienes nunca habían soñado siquiera con poder estudiar una carrera de grado, pero lamentablemente no alcanza de ninguna manera: no es inclusiva una cultura de la aculturación, por un lado, y por otro, los niños wichís se siguen muriendo. De hambre.



Y mientras los niños se mueren, las familias enteras son expulsadas de sus tierras ancestrales por grandes terratenientes con el apoyo de fuerzas policiales y matones contratados.



¿Cuándo será el momento en que como pueblo entendamos que somos todos iguales? Más allá de nuestro color de piel, clase social o pertenencia cultural debemos tener los mismos derechos, el principal y primario el derecho a la vida. Para poder garantizarlo necesitamos urgentemente el compromiso de nuestros gobernantes en construir políticas públicas de Estado orientadas hacia los más necesitados y siempre postergados.



Como decía Evita, no hay fuerza capaz de doblegar a un pueblo consciente de sus derechos. Necesitamos mostrar lo que ocurre en el interior profundo de nuestra provincia, lo que les pasa día a día a nuestros hermanos wichís, las injusticias que sufren y el olvido de los gobiernos.



Todos queremos que nuestra Salta La Linda sea algún día esa tan ansiada y promocionada Salta La Justa, pero para eso necesitamos urgentemente dejar de lado las hipocresías respecto a los más humildes, postergados, olvidados y siempre discriminados. Cuando en Salta dejen de morirse niños de hambre recién podremos decir que estamos en el camino correcto.

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