La Salta que nos duele

No son refugiados sirios, son niños wichis que viven en Salta

La nota es del año pasado y fue compartida casi 300 mil veces. Como viven en el norte bien profundo. Más vigente que nunca.

El relato parece que fuese de ayer pero es de hace un año atrás. La descripción tuvo casi 300 mil compartidas llegando a distintos rincones del país.



No son refugiados sirios, son niños wichis que viven en Salta

Pertenecen a una comunidad wichi. Su cacique se llama David Pastor y la misma está integrada por 30 familias, las que habitan en el Paraje Pozo El Toro, ubicado en el departamento Rivadavia, en la zona noroeste de la provincia.



Pozo El Toro queda a la vera del río Pilcomayo, muy cerca del Hito Esmeralda, punto tripartito entre Argentina, Paraguay y Bolivia.



A 45 kilómetros de la localidad de Santa Victoria, a 263 kilómetros de Tartagal y a más de 500 kilómetros de la capital salteña.






 

 

 

 

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La comunidad no cuenta con luz eléctrica, ni red de agua potable, y el centro de salud más cercano está a 15 kilómetros, en un paraje denominado Pozo La China.



Lamentablemente, año tras año muchos niños mueren por desnutrición y por otras enfermedades.



Cuando la sensación térmica no llega a los 50 grados, la actividad preferida de los niños es jugar al fútbol en un playón deportivo con el que cuenta la comunidad como lugar de encuentro y recreación. También tienen una escuela en donde trabajan dos maestros.



Tienen muchas necesidades, pero una de las más importantes es la necesidad de ser visibilizados como sujetos de derechos.



Es claro que los niños wichis no cuentan con la cobertura periodística y mediática suficiente, y no generan la indignación del mundo entero por la redes sociales como sucedió con la injusta muerte del niño sirio. Pero, debemos entender que ellos también forman parte de nuestro tiempo y de nuestra cultura, y algo tenemos que hacer al respecto como sociedad para mejorar su calidad de vida.





¿Cuántas personas que se indignaron con la muerte del niño sirio, se indignaron alguna vez con la muerte de un niño wichi por desnutrición, o cuántos se indignan con la pobreza que existe en los barrios de Salta?



¿Cuántas personas que rezan por el niño sirio y su familia de inmigrantes, exigen que vuelva a su país el hombre que quiere ser taxista y la Autoridad Metropolitana de Transporte de Salta le niega la licencia para trabajar por ser boliviano, a pesar de vivir hace más de 20 años en nuestra provincia?





Tenemos que dejar de ser una sociedad tan contradictoria, insensible con lo que nos rodea y ponernos a construir una sociedad más justa y más solidaria, con un futuro mejor para todos los niños. Una sociedad en donde no solo nos indigne lo que les pasa a los niños del otro lado del mundo, sino también que nos preocupe y nos movilice lo que nos pasa aquí y ahora. 




 



 

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