Agustín Pérez Marchetta

Sociólogo
Polinarcos

La Policía y los dealers, o las dos caras de una misma moneda

En los últimos días, Salta tuvo alcance nacional en los medios por la detención de 8 policías de la sección “Drogas Peligrosas”, que estaban en connivencia con pequeños revendedores de drogas del barrio “Alta tensión” de la ciudad.

La sorpresa y preocupación por el hecho de que la fuerza policial (quien nos tendría que proteger) nos está vulnerando tiene que ser un impulso que permita humanizar y sensibilizar nuestras instituciones. Para que las mismas permitan una realización como sociedad y personas y no terminen siendo, en términos de Foucault, meros disciplinadores de cuerpos.




El hecho tiene aristas complejas que en este artículo se caracterizará brevemente




Primero hay que visualizar cada contexto o atmósfera que hay detrás del hecho. Están por un lado los policías de Drogas Peligrosas que están incurriendo a una falta flagrante en su rol de responsables por la seguridad pública. Es interesante como muchos estudios académicos vinculan a las fuerzas de seguridad con la criminalidad, considerándolas categorías dicotómicas. ¿Qué quiere decir esto? Que son categorías que se excluyen y retroalimentan mutuamente. Por ejemplo, para que la idea de Dios exista, hace falta que exista la idea del Demonio. Para que exista la cura de algo o alguien es necesaria la enfermedad. Para que tengamos vida en algún momento debemos morir. Esto ocasiona que haya una retroalimentación en términos teóricos que opera e impacta en la práctica. Es así como hoy en día la institución policial, en un juego de matices, muestran el hecho como un “logro” cuando en realidad saca a la luz las falencias de los organismos represivos como reguladoras del orden y la armonía social.



Hay que apuntar a las cúpulas de seguridad por su responsabilidad política, es decir, no cortar por el hilo más fino que son los uniformados de menor rango, que si bien están implicados, tienen una cuota de responsabilidad menor.



Por otro lado están los pequeños revendedores de drogas del barrio de Alta Tensión. Los mismos son, como diría la antropóloga Rosana Guber nuestros más próximos extraños salvajes, los otros urbanos relegados del espacio socio-espacial. Impacta la crueldad y deshumanidad con la que son retratados en las páginas y portales digitales, siendo etiquetados como extraños criminales que toman a la ciudad por asalto. Son vistos y sobredimensionados por la Justicia, las fuerzas de seguridad -con la metáfora avalatoria de los medios de comunicación- como Narcos, cuando las cantidades secuestradas no son representativas como para pensar en los grandes jeques del narcotráfico. Es decir, como diría el sociólogo Alberto Calabresse especialista en Adicciones/Consumos Problemáticos, se piensa que por desarticular redes menores se va a llegar a una red intermedia y/o superior, cuando todas las investigaciones se frenan en las “mulas” y los revendedores a menudeo.



Si uno hace la pregunta de por qué lo hicieron las respuestas pueden ser múltiples, pero hay que tener en cuenta que tanto los policías rasos como los dealers vienen de sectores sociales medios, medios-bajos de nuestra sociedad (un dato que estaría marcando esta pertenencia sería el vínculo sentimental que mencionan las noticias entre uno de los policías y la dealer de Alta Tensión). En parte porque el sistema deja pocas salidas como ser albañiles, amas de casa, policías o chorros; en parte por los imaginarios sociales de mantenimiento o ascenso social que tienen estos sectores, se terminan empleando generalmente en actividades informales y precarizadas. Esto conlleva a que las personas busquen métodos alternativos de ganancia, siendo en este caso la venta clandestina de drogas. Un estudio llevado adelante en el barrio del Harlem en la ciudad de Nueva York por Phillipe Bourgois denominado “en busca de respeto”, analiza como los sectores subalternos de uno de los países más industrializados del mundo, para poder subsistir día a día, se valen de una economía subterránea, en donde la venta de crack se consolida como una de las principales fuentes de ingreso de estas poblaciones. El autor nos dice, que más allá de la venta de drogas, los puertorriqueños que viven en Harlem quieren expresar su lucha cotidiana por no desaparecer en la tierra de las oportunidades.



Criminalización y Promoción Social

La vía de resolución de conflictos no es estigmatizar y criminalizar a los sectores más humildes sino generar opciones en términos educativos, sociales y políticos que permitan el bienestar y la promoción de toda la población. A su vez, si se quiere perseguir el narcotráfico hay que apuntar a la investigación de las rutas del lavado de dinero más que a las rutas de las sustancias. Es decir, el sistema carcelario es una solución parche, quedando de fondo el paisaje de desolación y marginalidad de las condiciones de existencia de gran parte de los ciudadanos salteños. Si se apunta al narcotráfico, es necesario rediseñar ciertas estrategias y buscar nuevos vectores que permitan llegar a las tramas ocultas del poder.



Al respecto el secretario de Adicciones de la provincia de Salta, Lic. Martín Teruel, señala que “ante los problemas sociales que se presentan actualmente –entre ellas la generalización de los consumos– hay sectores de la sociedad que tienen la ilusión de una solución represiva. Pero no podrá haber soluciones donde se siga actuando espasmódicamente sobre las consecuencias y no se aborden las causas. Es indispensable que las políticas públicas y la participación intersectorial promuevan inclusión e integración, generando alternativas de mayor bienestar para la gente”  



El día que entendamos que el verdadero enemigo de la humanidad no son los dealers o la policía sino el sistema perverso y corroído del cual todos somos cómplices desde la indiferencia o la falta de compromiso, solo en ese día estaremos a la altura de las circunstancias y podremos empezar a dilucidar posibles soluciones para todos nosotros.

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