Análisis

La "cumbre de Olivos" confirmó que toda la clase política argentina siente pánico a una pelea con Tinelli

La reunión entre Macri y el conductor televisivo se transformó en el hecho político del día. El Gobierno evaluó que había cometido un error al mostrarse enojado por la sátira e intentó desactivar la pelea. Pero las pasiones generadas dejaron en evidencia el grado de "tinellización" de la política.

La "cumbre" entre el presidente Mauricio Macri y Marcelo Tinelli terminó por confirmar lo que muchos ya sospechaban desde hacía tiempo: que, muy lejos de quedar acotado al rol de conductor televisivo, Tinelli es un hombre poderoso en la Argentina. Y que los políticos le temen.



De hecho, la reunión fue el tema político del día. Todos los medios la cubrieron con movileros enviados a Olivos. Y todos los analistas, algunos con ironía, otros con genuino interés en la pelea, se refirieron al "pacto" entre las dos potencias.





Así, figuras mediáticas como Jorge Lanata y Jorge Rial concluyeron que el conductor había "ganado" en la pelea. Mientras que Gabriel Levinas, influyente comentarista político con 111.000 seguidores en Twitter, calificó a Tinelli como "jefe del partido independiente del apriete mediático". 



Lo cierto es que algo en lo que están de acuerdo los dirigentes de todas las orientaciones ideológicas y partidarias: estar peleado con Tinelli es un pésimo negocio para un gobierno o un funcionario.



De ello puede dar cuenta el ex presidente Fernando de la Rúa, quien siempre adjudicó su caída en el año 2001 a la cruel caricatura que se hacía de él en el programa televisivo, donde se lo presentaba como alguien despistado e inepto para el cargo.



O, en el otro extremo, también puede dar testimonio Francisco de Narváez, quien logró un alto nivel de conocimiento entre el electorado bonaerense, durante la campaña para las legislativas del 2009, gracias a la imitación que se hacía en el show tinelliano. En esa elección, De Narváez obtuvo su victoria más resonante, al vencer a Néstor Kirchner en la provincia de Buenos Aires.



Lo curioso es que el propio Tinelli es quien intenta combatir esa creencia sobre su influencia. En las últimas horas, aprovechando que De la Rúa salió de su ostracismo para terciar en favor de Macri y criticar el tipo de humor político del programa televisivo, el conductor ironizó sobre su propia condición de líder de opinión.



En su cuenta de Twitter, subió una foto en la que aparecen dialogando De la Rúa con el ex ministro Domingo Cavallo, y un texto agregado dice: "Mingo, vamos a darle bola a Tinelli. Hagamos el corralito que va a ser un golazo".



No deja de ser un aporte lúcido en medio del ruido: con sentido común, lo que el conductor televisivo está recordando es que una recesión de cuatro años, un desempleo récord y un colapso del sistema dos podría ser, tal vez, un poco más decisoria que una imitación televisiva para determinar la caída de un gobierno.



De chistoso a influyente. Pero da la impresión de que Tinelli es el único que minimiza su propia influencia.



Desde hace años que suele aparecer en los rankings sobre "los más influyentes de la Argentina". Y la gran especulación del momento es si está usando su influencia para presionar al Gobierno en la puja por el poder en la AFA o si se está defendiendo de un hipotético acoso por problemas impositivos.



Lo cierto es que, desde su irrupción en la televisión, todos los gobiernos han comprendido la importancia de llevarse bien con él.



Carlos Menem visitó su programa y se prestó a jugar pasos de comedia. Es recordada su participación junto al "Dinosaurio Bernardo" en el cierre de la campaña electoral de 1995.



Y el propio kirchnerismo dejó en claro su respeto y temor. De hecho, Tinelli terminó por cambiar la famosa frase de Néstor Kirchner, quien al asumir en el cargo en 2003 confesaba a sus íntimos que sólo le tenía miedo al líder sindical Hugo Moyano y a Héctor Magneto, líder del grupo Clarín.



Lo cierto es que el kirchnerismo terminó peleándose con ambos, y ello no fue obstáculo para que Cristina se quedara ocho años en la presidencia. En cambio, nunca se animaron a una ruptura con Tinelli.



En la campaña legislativa del 2009, Kirchner se prestó a una participación telefónica en el programa. Fue, por un lado, un reconocimiento a la necesidad de estar presente en un programa de enorme popularidad; pero por otra parte Kirchner quiso hacer notar su poder al recordarle a Tinelli que tenía información sensible también sobre él: "¿Tenés a toda la gente en blanco, vos?", le preguntó.



Pero el kirchnerismo aprendería que era mejor negocio hacerse amigo. Cultivó la buena relación, al punto que Tinelli, invitado al programa de Mirtha Legrand en plena época de cacerolazos, se negó a sumarse a las críticas, y defendió la "sensibilidad" de Cristina Kirchner. Lo cual fue festejado como una victoria política en el programa 6-7-8.



Por aquellos días, Cristina dio su "venia" para que Cristóbal López, que incursionaba en el área de los medios y ya había adquirido el canal de noticias C5N, se convirtiera en socio mayoritario de la productora Ideas del Sur.



El único momento de enfrentamiento abierto se saldó con una amplia victoria para el showman. En 2014, después de haberle prometido que tomaría a su cargo la producción de Fútbol Para Todos, Tinelli fue vetado por la dirección de La Cámpora, que consideró que el potencial propagandístico de esas transmisiones era demasiado importante como para delegarlas en otras manos.



La reacción de Tinelli fue lapidaria y le inflingió al entonces jefe de gabinete, Jorge Capitanich, una serie de ironías filosas.



Como consecuencia de ello, Máximo Kirchner convocó a una reunión al conductor, con el cual selló un pacto. El gobierno kirchnerista no pondría obstáculos en su intento por alcanzar la conducción de la AFA, y el conductor bajó el tono de la crítica.



En coincidencia, ya con Daniel Scioli consolidado como candidato oficialista, se empezó a especular con la posibilidad de que Tinelli se postulara como gobernador a la provincia de Buenos Aires por ese espacio político. Ciertos "guiños" televisivos a la campaña sciolista parecían abonar esa teoría.



Finalmente, el conductor prefirió no incursionar en la arena electoral, pero se filtró la información de que su imagen había sido medida en la provincia y que un contundente 80% del electorado había manifestado simpatía por una eventual candidatura.



La nueva "tinellización". Lo cierto es que, por más que genere polémica en las redes sociales, el hecho de que Tinelli haya sido recibido por Macri y se le otorgue un tratamiento digno de líder político ya no asombra a nadie y es un síntoma bien elocuente sobre los cambios en la política argentina.



En línea con el cambio de paradigmas que propone el "gurú" Jaime Durán Barba, el reconocimiento al poder de Tinelli supone una comprensión de un fenómeno que ocurre a nivel mundial: la política tradicional ha dado paso a l llamado "politainment", la mezcla de política con entretenimiento.



El término fue acuñado en Estados Unidos y sirve para definir al fenómeno que se observa hoy en muchos lugares del mundo: ante las mayores posibilidades que el ciudadano tiene para "escaparse" de los medios tradicionales, los políticos buscan darse a conocer y "colar" su mensaje en los programas de entretenimiento.



Y el concepto aplica tanto a los candidatos en campaña como a los gobiernos que, como es el caso de Macri, tienen a la comunicación como un factor central para definir el éxito de su duro plan de ajuste económico.



En ese marco, los comités de campaña tienen asumido que cada vez son menos relevantes los espacios del periodismo tradicional, mientras gana importancia la aparición en el panel de "Intratables" o en la entrevista con Alejandro Fantino.



Y, por supuesto, cada comentario de Tinelli o cada guión de la sátira política empieza a ser tomada más en serio, dado que para buena parte de la población no politizada, puede ser la principal vía de información y una influencia para moldear opinión.



"Los gobiernos se vuelven menos tolerantes con el humor cuando hay problemas. Pero si reaccionan mal, eso los perjudica. Al lunes siguiente de las críticas de Macri, Tinelli no bajó en rating, al contrario", apunta el politólogo Fraga.



Desde su punto de vista, lo que hizo el Presidente al citar a Tinelli a Olivos fue reparar el error de haberse enemistado con un figura popular.



No es casualidad, entonces, que en los programas de debate político se analiza si, en su fuero íntimo, "Tinelli sueña con ser presidente". O que el politólogo Sergio Berensztein afirme que "Tinelli es un actor político, de tipo no tradicional".



Por lo pronto, habrá que revisar el contenido del término "tinellización". En el diccionario sociológico de los argentinos, esa palabra tenía un dejo despectivo, y era utilizada como sinónimo de banalización de un tema importante.



El término sigue aplicándose, al punto que cada vez que alguien adquiere trascendencia mediática -como ocurrió con la ex abogada defensora de José López-, se empieza a especular cuánto tiempo pasará antes de que sea convocada a "Bailando por un sueño".



Pero también empieza a tallar la otra acepción de la "tinellización", esa que hace referencia a cómo un programa récord en rating -al que no le hacen mella ni los llamados a boicot en las redes sociales ni las críticas por el contenido misógino- puede transformarse en el principal escenario del debate político.



A fin de cuentas, el principal hecho político de la campaña presidencial del año pasado fue la presencia de los tres principales candidatos, junto a sus respectivos imitadores, en Showmatch. Y el posterior análisis, como si se hubiese tratado de un debate, sobre cuál de los candidatos había salido mejor parado.



También es perceptible que la "tinellización" se trasladó al periodismo político. A fin de cuentas, la gran repercusión que en su momento tuvieron las denuncias de Jorge Lanata fue lograda gracias a una estética con impronta de show. La espectacularidad de las denuncias, la mezcla de humor, la recreación en el estudio televisivo de las bóvedas de Lázaro Báez, todo garantizaba alto rating y, además, rebote en los programas de entretenimiento.



Quién diría que, en retrospectiva, todo esto parezca una reivindicación de Bernardo Neustadt, a quien se acusaba de exacerbar su costado de showman por sobre el de periodista. Recordado por cosas tales como desarmar en cámara un teléfono "para ver si adentro del aparato estaba la soberanía nacional", al menos contribuyó a popularizar el debate ideológico y programático de los años '80.



Qué lejanos parecen aquellos tiempos. En la nueva política tinellizada, ocurren cosas tales como que el diario Página 12, "house organ" del kirchnerismo y vocero de la izquierda intelectual, haya puesto en tapa al popular conductor y lo trate con benevolencia, a pesar de que el colectivo "Ni una menos" suele defenestrarlo como principal "cosificador" del rol femenino.



Y, en la vereda opuesta, La Nación abandona su prédica liberal para enrostrarle al conductor que durante una década calló ante las evidencias de la corrupción K y ahora se muestra duro ante la gestión macrista.



Lo cual lleva a otra polémica: ¿era obligación de un animador televisivo erigirse en acusador del kirchnerismo?



La situación es bien sintomática: hay una parte de la sociedad que le reclama a Tinelli que se pronuncie sobre temas de actualidad nacional. Por más que no lo diga, le asigna un rol de líder político.

Comentarios

Tucomentario

Nombre

Más de Política