Josefina Arancibia

Abogada, militante feminista
Violencia simbólica

El rol de los medios de comunicación

Hace unos días vi en una revista que cuenta con un gran número de lectores en nuestro país, una tapa en donde aparecían cinco actrices bellísimas que, promocionando la nueva tira o novela televisiva de la que son protagonistas en el prime time, hablaban sobre la “complejidad del universo femenino”, circunscribiéndolo al amor, los hombres, modas, dietas y todos los tips de bellezas. Me bastó con sólo ver esa tapa, sin necesidad de leer el contenido de la nota, para pensar indefectiblemente en la violencia simbólica, y en las consecuencias que ella produce cuando es replicada por los medios masivos de comunicación.



Ahora bien, ¿qué es la violencia simbólica?, para contestarnos se hace necesario remitirnos a la ley de protección integral para prevenir, sancionar y erradicar la violencia contra las mujeres en los ámbitos en que desarrollen sus relaciones interpersonales, Ley Nº 26485, que sigue el lineamiento de la Convención de Belem do Parà, Tratado Internacional con jerarquía constitucional, incorporado a nuestra carta Magna a través del art. 75, inc 22 – bloque de constitucionalidad- que la define en su art. 5 como: “La que a través de patrones estereotipados, mensajes, valores, íconos o signos transmita y reproduzca dominación, desigualdad y discriminación en las relaciones sociales, naturalizando la subordinación de la mujer en la sociedad”.



La violencia simbólica es un tipo de violencia que está totalmente invisibilizada en nuestra sociedad y lo que es peor, naturalizada, constituye piedra angular para el desencadenamiento de un sinnúmero de violencias que padecen las mujeres a diario.-



Lo cierto es que muy poco se habla de este tipo de violencia la que según la definiera la abogada feminista Mabel Gabarra (Comunicar igualdad: 03/2015) como la “madre de todas las violencias. Ya que subyace en todas las demás y se encuentra tan naturalizada que es asumida como normal por sus víctimas”.



A su vez, las modalidades o ámbitos en donde se reproducen este tipo de violencias pueden ser varios, uno de ellos es el mediático. Así lo contempla la ley aludida -26485- la que la define como: “Aquella publicación o difusión de mensajes e imágenes estereotipados a través de cualquier medio masivo de comunicación, que de manera directa o indirecta promueva la explotación de mujeres o sus imágenes, injurie, difame, discrimine, deshonre, humille o atente contra la dignidad de las mujeres…legitimando la desigualdad de trato o construya patrones socioculturales reproductores de la desigualdad o generadores de violencia contra las mujeres”.



Volviendo al punta pie inicial que dio lugar al desarrollo de la presente nota de opinión, pienso en esta tapa de revista como una manifestación de desatención, por usar un eufemismo, a las leyes que nos rigen y que tienden a la igualdad y equidad entre los géneros. Cosificar a las mujeres, ubicarlas en objetos de consumo, sólo puede ser realizado desde una perspectiva patriarcal y misógina. Con estas actitudes se alienta que las mujeres puedan ser objeto de consumo y no todas las mujeres, únicamente las mujeres bellas, como lo son estas cinco actrices.



En efecto el mundo femenino es mucho más que complejo y no se subsume a tips de bellezas, dietas, amor, hombres, moda. Las mujeres venimos mostrando y luchando por el reconocimiento en la esfera pública como sujetas de derechos que somos, y como una real alternativa de formas de hacer y pensar en todos los ámbitos de importancia, (política, económico, social, científico) espacios que con el devenir de la historia fueron ocupados puramente por varones.



Dentro de este “complejo mundo femenino”, se encuentran temas en la agenda feminista, a modo de ejemplo puedo citar: la absolución para HIGUI, quien estuvo presa por ser lesbiana y defenderse; la implementación de políticas públicas efectivas que tiendan a combatir el femicidio, recordemos que en Argentina una mujer se muere cada 18 horas; la educación sexual integral; el porque de la brecha salarial entre varones y mujeres que cada vez es mayor, entre otros.




Los medios de comunicación deberían hacer un esfuerzo por modificar los viejos esquematismos, replantear sus procedimientos y elaborar un discurso que sirviera como incentivo para la plena equiparación entre los hombres y las mujeres. Que las mujeres hayamos conseguido logros sociales evidentes o que se haya generalizado un nuevo estado de conciencia que hace que las mujeres se vean a sí mismas como sujetas en pie de igualdad con los hombres no quiere decir que estén en la misma posición social. Es decir, que la desigualdad sigue existiendo. O incluso que hombres y mujeres tienen experiencias y actitudes ante la vida diferentes. Por ello, por cuanto hombres y mujeres –aunque iguales en derechos y deberes– continúan ocupando posiciones sociales diferentes, hace falta introducir la perspectiva de género en todas aquellas cuestiones colectivas que afecten diferentemente a unos y otras. La perspectiva de género aplicada a la información es la herramienta que hace posible dar sentido a la desigualdad y a la diferencia entre los géneros. Creo que los cambios experimentados en las relaciones hombres-mujeres van a ser irreversibles, y se van a seguir extendiendo cada vez más por otras zonas del mundo. Las mujeres ya no somos –o al menos no nos percibimos a nosotras mismas– objetos para sometimiento, goce o disfrute masculino, sino sujetas que le oponen resistencia y le disputan la hegemonía.




Esa representación informativa diferenciada, asimétrica, sancionadora, peyorativa o estereotipada lo que hace en el fondo no es sino cuestionar la legitimidad de las mujeres a ocupar cualquier espacio social que no sea el que tradicionalmente ocupaban, es decir, el ámbito doméstico o privado. Pero las mujeres no somos princesas de reinados lejanos. Somos ciudadanas de pleno derecho, vinimos para quedarnos y los medios de comunicación van a tener que otorgarnos la cuota de representación que merecemos. Y con el debido respeto.

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