JM Chalabe

Que Pasa Salta
Ensimismados

A la política no le interesa los salteños

El desinterés de las mayorías es resultado de una clase política alejada de los problemas comunes de la gente.

Protagonistas de innumerables denuncias de irregularidades y corrupción, desmanejos de fondos públicos, acomodos de familiares y amigos, han alejado cada vez más a la clase política de los ciudadanos y también de los problemas comunes y reales de la gente.



La ruptura es evidente. En un año de elecciones legislativas, que de alguna manera comenzará a definir quién será el sucesor de Urtubey y nos gobernará al menos cuatro años desde 2019, transita sin pena ni gloria. Lo preocupante es que la discusión tiene como protagonistas a los mismos que hace al menos veinte años pasan de un cargo a otro o peor de un partido al contrario.



"Miro los programas políticos y me aburren...Veo que los funcionarios más hablan de partidos y quién se pasó para que bando...", decía parte de un sencillo pero esclarecedor posteo en Facebook de la periodista Fernanda Villarroel. Por supuesto, los medios tienen (tenemos) parte de responsabilidad en esto.





La clase política no ha logrado resolver problemas que ya son estructurales y son cotidianos para la gente. Como herramienta de transformación, por una u otra cosa, la política y sus protagonistas fracasaron.



La clase política no es para nada ejemplar. Basta con nombrar una de las principales problemáticas que atraviesa Salta: la violencia de género. Son varios los casos de funcionarios, legisladores e intendentes que tienen denuncias por violentos y ni si quiera, en casi un 100 por ciento de los casos han sido separados de su cargo. 



La clase política se convirtió en una casta cerrada con serios deseos de perpetuación en el poder. Los mismos que hoy debaten los límites a los mandatos, hace años (hasta décadas) ocupan cargos del Estado y este año piensan en competir por algún nuevo lugar que los acobije dos o cuatro años más. Inclusive quieren que los concejales se queden cuatro años en vez de dos.



En 2013, los salteños votaron masivamente al Partido Obrero. Fue un voto en el que convivió el castigo a los gobiernos de turno y la expectativas de control legislativo depositado en la izquierda local. Hoy, a cuatro años tampoco ha cumplido las expectativas esperadas y ha caído en la falta de renovación tan reclamada. 



El problema no es el desinterés de la gente por la política, al contrario, a la política parece no interesarle a la gente.

 

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