Elecciones en EE.UU.

Trump batalla desesperadamente para intentar salvar la campaña

El rechazo de Ryan, líder republicano en el Congreso, agrava la guerra civil en el partido.

Divorciado de la dirección de su partido y golpeado en las encuestas por su último escándalo, Donald Trump batalla por superar el momento más crítico de su carrera electoral, a menos de un mes de las elecciones. Paul Ryan, líder de los republicanos en el Congreso y un referente ideológico e intelectual de la formación, anunció ayer que dejaría de hacer campaña con Trump, aunque mantiene su apoyo formal. El empresario aguantó el tipo en el bronco debate del domingo ante su rival, la demócrata Hillary Clinton.



Hubo un día, al principio de las primarias, el pasado mes de enero, en que Donald Trump dijo que podría plantarse en medio de la Quinta Avenida, disparar a alguien, y ni así perdería votos. Su victoria aplastante entre los aspirantes republicanos a la Casa Blanca y el hecho de que nunca se ha alejado demasiado en las encuestas de Clinton, pese a todas las polémicas en las que se ha visto envuelto, le daban la razón. Le dieron durante meses la razón.



Tras un fin de semana frenético, con decenas de abandonos republicanos, un referente como Ryan ha anunciado no hará campaña con Trump y se dedicará atrabajar por conservar el control del Senado y la Cámara de Representantes. Trump replicó en su cuenta Twitter que "no debería perder su tiempo atacando al candidato republicano", lo que muestra lo quebrada que está en estos momentos la formación. Pero Ryan no le ha retirado el apoyo, como sí han hecho otras figuras del partido, lo que significa que -formalmente- siendo su hombre para devolver al partido republicano a la Casa Blanca.



También sigue siendo el hombre de su número dos, el ultraconservador Mike Pence. El candidato a vicepresidente condenó las palabras pronunciadas por Trump sobre la forma de tratar a las mujeres –se jactaba de besarlas sin su consentimiento y de poder hacer cualquier cosa con ellas gracias a su fama-, pero la actuación del empresario en el debate del domingo por la noche en San Luis (Misuri) le reconcilió. “Felicidades a mi compañero Donald Trump por su gran victoria en el debate. Orgulloso de estar a tu lado”, dijo nada más acabar el duelo. “Ayer demostró que es un gran ganador”, dijo al día siguiente.



No es predecible la factura que le puede pasar a la hora de la verdad, en las elecciones del 8 de noviembre. Ayer, una encuesta elaborada por la cadena NBC y The Wall Street Journal a lo largo del fin de semana, en plena tormenta por el vídeo, reflejó un fuerte descalabro para el republicano, que se quedaría con un 35% del porcentaje del voto, frente al 45% con el que lideraría Hillary Clinton. Es una diferencia de 11 puntos, frente a los seis que les separaban en septiembre. Pero se trata de un sondeo de tan solo 500 electores registrados y la mayoría de ellos (45%) considera que este escándalo no invalida a Trump como candidato presidencial.



Nerviosismo en Trump. El debate con Clinton fue de colmillo, muy bronco y, dadas las circunstancias, podría haberse convertido en su tiro de gracia en la carrera electoral. Pero el candidato republicano aguantó el tipo. La demócrata tampoco se cebó en el gran tema de la noche, la actitud misógina de Trump, sino que tan solo lo citó como muestra de que, a su juicio, no puede presidir Estados Unidos y amplió el foco sobre el resto de sus polémicas, con inmigrantes, musulmanes o discapacitados.



Un rato antes, Trump había comparecido ante la prensa junto a cuatro mujeres que han acusado al expresidente Bill Clinton, esposo de Hillary, de abusos en distintos niveles de gravedad. Ese es el ambiente en el que comenzó el segundo debate presidencial, y ese fue el gesto que demostró el nerviosismo de Trump.



Los candidatos se presentaron en el escenario sin darse la mano, ella sonreía, él parecía muy crispado y su esposa, Melania Trump, tenía la cara más larga de todo Misuri. Entre los momentos más tensos figura ese en el que Trump aseguró que, si llegaba a la presidencia, pediría un fiscal especial para investigar los correos electrónicos privados que Clinton envió cuando era secretaria de Estado, entre 2009 y 2013. Clinton replicó que afortunadamente él no estaba a cargo de la ley y este apostilló: “Porque estarías encarcelada”. Al acabar sí estrecharon sus manos.

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