Matías Isola

Que Pasa Salta
Columna de opinión

La historia le reservó a Ginóbili un lugar de privilegio

Es inminente el retiro del basquetbolista más grande que tuvo nuestro país (el reconocimiento es unánime).

La eliminación de San Antonio frente a Oklahoma puede haber significado el último partido de Emanuel Ginóbili en la NBA, tras 14 temporadas exitosas (ganó cuatro anillos, disputó dos Juegos de las Estrellas, etc.). Lo notable del bahiense es que no sólo se codeó con los mejores, sino que fue uno de ellos. Con su básquet poco ortodoxo (según lo definió el mismísimo Gregg Popovich) y mentalidad ganadora, se ganó el respeto y la admiración de todo el ambiente que rodea a la mejor liga del mundo (¿entrará al Salón de la Fama?). Y se consolidó como una de las figuras de la franquicia texana, artífice junto a Tim Duncan y Tony Parker de un estilo que marcó a fuego esta era del baloncesto (recomiendo ver y sobre todo escuchar el tributo de "Magic" Johnson a San Antonio).



Ginóbili fue sin lugar a dudas uno de los mejores embajadores que tuvo el deporte argentino en los últimos 15 años. No obstante, logró colarse en el olimpo de los deportistas argentinos más destacados de la historia, privilegio que ocupa junto a Juan Manuel Fangio, Roberto De Vicenzo, Guillermo Vilas, Carlos Monzón, Diego Maradona, Luciana Aymar, Lionel Messi, entre tantos otros.



Las virtudes de "Manu" son innumerables. Sin embargo, hay que hablar de un jugador versátil, atlético, habilidoso, y fundamentalmente ganador. Uno puede sentarse (YouTube mediante) a disfrutar de un compilado inagotable de penetraciones, volcadas, jugadas espectaculares y definiciones tremendas. Pero también se puede deleitar con el juego asociado que tanto caracterizó a San Antonio. Sin dejar de lado que el argentino es el tercer máximo triplero de la historia de los playoffs, sólo superado por dos animales del perímetro: Ray Allen y Reggie Miller.



Pero el párrafo aparte lo merece su paso por la Selección Nacional. Cómo no recordar con lágrimas en los ojos el doble sobre la chicharra frente a Serbia (y esa memorable corrida de Rubén Magnano). Cómo no emocionarse con el recuerdo latente de la bandera argentina flameando en lo más alto tras la final con Italia. Y aquí me detengo. Para mi gusto (siempre en el plano de la subjetividad), la medalla dorada del básquet en Atenas 2004 fue la gesta deportiva más importante de la historia del deporte argentino. Para dimensionar el logro, cabe recordar que sólo cuatro países consiguieron el oro olímpico en el baloncesto: Estados Unidos, Unión Soviética, Yugoslavia y Argentina. Todo de la mano de un Ginóbili brillante e imprescindible.



Por supuesto, el repaso no se agota en la conquista más importante de la Generación Dorada en Grecia. El subcampeonato en Indianápolis 2002 (con un arbitraje en la final que todavía genera bronca), el cuarto puesto en Japón 2006 (¡por qué no entró el triple del "Chapu" frente a España!), el bronce en Beijing 2008, el cuarto puesto en Londres 2012, etc. Un largo camino que se inició en el Premundial de Neuquén, allá por el 2001. Un camino plagado de gloria.



La frutilla del postre serán los Juegos Olímpicos de Río de Janeiro, donde "Manu" le pondrá el broche de oro a una carrera brillante, que se inició con su debut en la Liga Nacional de Básquet con la camiseta de Andino de La Rioja, y que también incluyó un exitoso paso por Europa, donde ganó absolutamente todo. En Brasil, el bahiense se dará el gustazo de jugar su cuarto Juego Olímpico, acompañado por dos sorevivientes de la entrañable Generación Dorada: Luis Scola y Andrés Nocioni.



Es inminente el retiro del basquetbolista más grande que tuvo nuestro país (el reconocimiento es unánime). Sus contemporáneos fuimos verdaderos privilegiados en poder disfrutar de su magia. Sólo resta darle las gracias. Y ojo, que todavía queda un capítulo por escribirse. Será en Río de Janeiro. Ya habrá tiempo para la nostalgia.



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