Matías Isola

Que Pasa Salta
Verdugos y asesinos

Tortura y muerte del cadete Emanuel: los fantasmas del soldado Carrasco

La muerte del joven de 19 años tras ser sometido a un brutal entrenamiento en la Escuela de Oficiales de La Rioja tiene muchas similitudes con el tristemente célebre "caso Carrasco" ocurrido en 1994.

Emanuel Garay tenía 19 años, aspiraba a ingresar a la Policía y en el primer entrenamiento de la Escuela de Oficiales de La Rioja vivió una pesadilla que derivó en su muerte tras agonizar un par de días. El joven fue sometido a una rutina salvaje por los instructores bajo altas temperaturas y sin la posibilidad de hidratarse. Se desmayó, convulsionó y fue derivado en estado crítico al hospital donde finalmente murió el sábado por la madrugada.



Junto a Emanuel, otros ocho aspirantes terminaron internados producto de la brutal sesión de entrenamiento (uno de ellos continúa en estado delicado). A raíz del dramático episodio, el gobernador riojano, Sergio Casas, removió a la cúpula de la Escuela de Oficiales y dispuso su cierre provisorio por 30 días. A su vez, ocho policías presuntamente involucrados en las torturas fueron detenidos de manera preventiva (cuatro oficiales y cuatro comisarios).



¿Son normales esos tipos de entrenamientos o se trató de un caso aislado? ¿Continúan vigentes viejas prácticas en teoría desterradas? El hecho conmocionó al país y puso la lupa en todas las escuelas donde asisten cadetes que anhelan ser policías. La mayoría de los familiares quedaron aterrados y se preguntan si sus hijos están seguros ahí. Nadie los obliga a asistir, lo hacen por vocación. Emanuel la tenía y soñaba con servir a la comunidad. Pero encontró la muerte en el lugar menos pensado. A manos de supuestos uniformados experimentados que deberían dar el ejemplo, pero que lamentablemente fueron todo lo contrario. Verdugos y asesinos de un aspirante.



Cuanto más capacitada y profesionalizada la policía mejor, eso no se discute. Los efectivos tienen que tener aptitud física y estar acordes a los requerimientos de una labor tan imprescindible para la sociedad. Pero una cosa es el sacrificio, el esfuerzo y la superación; y algo muy distinto una sesión de tortura. "Nuestra doctrina es que las fuerzas sientan que el Gobierno, que el Estado argentino las protege en su acción legítima", declaró recientemente en Washington la ministra de Seguridad de la Nación, Patricia Bullrich. El discurso suena fantástico, pero la tragedia de La Rioja va en el sentido contrario. Si bien cada provincia tiene su propia policía con su respectivo presupuesto y autoridad, no son ajenas a la bajada de línea de la funcionaria. Algo está fallando.



Emanuel no murió en el ejercicio de sus funciones. No murió manteniendo el orden público. No murió combatiendo el delito. Murió porque lo torturaron policías que debían formarlo. Así de crudo y aberrante como suena. Como lo fue en su momento la muerte del soldado conscripto Omar Carrasco en Zapala, Neuquén, mientras realizaba el Servicio Militar Obligatorio. En aquella ocasión, el joven que también tenía 19 años fue sometido a las más humillantes torturas y vejaciones y murió como consecuencia de la brutalidad de los golpes recibidos por sus instructores.



Aquel hecho ocurrido en 1994 provocó consternación en el país y llevó al por entonces presidente Carlos Menem a tomar una drástica decisión: derogó la obligatoriedad del Servicio Militar. La medida fue en el sentido de lo que demandaba la sociedad y había consenso popular. La "colimba" seguía vigente, pero sólo para los interesados en hacerla. El "caso Carrasco" fue un antes y un después en la historia argentina. Marcó un quiebre. Lamentablemente ahora hubo que lamentar otra muerte que salvando las distancias entre una fuerza (el Ejército) y lo otra (la Policía), tiene muchas similitudes con la tragedia patagónica. La muerte de Emanuel no puede quedar impune. La muerte de Emanuel no puede pasar desapercibida. La muerte de Emanuel nos tiene que doler a todos. No sólo tienen que rodar cabezas e ir presos los responsables, también tiene que haber un cambio de mentalidad. Para que no se vuelva a repetir nunca más.



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