Nena trans

Le dijo a su mamá que se sentía mujer y ella la aceptó: conocé la historia

Tuvo mellizos, pero uno se sentía mujer.

Gabriela Mansilla tuvo dos varones en julio de 2007. Manuel y Elías. Con su pareja, los esperaban con la ilusión de que algún día se convirtieran uno en electricista, y el otro en mecánico. Cuando los mellizos tenían alrededor de dos años, les compró la película La bella y la bestia. Manu, la vio tantas veces que repetía a la perfección los movimientos de la protagonista. Bailaba como Bella, se ponía ropa de su mamá y, pese a que ella pensaba que era un juego, no se la quería sacar.



Mientras Elías jugaba con autitos y trenes, ella solo aceptaba peluches. "Jugaba con una fibra rosa, porque se le negaban las muñecas". Con solo un año y medio, Gabriela notó que Manu no dormía de noche. El pediatra los derivó a un neurólogo infantil que les dijo que "tenía problemas de conducta". Se le empezó a caer el pelo y el dermatólogo afirmó que era anímico. Era raro que le pasara tan chiquito. "Mi angustia iba creciendo porque no había explicación médica para nada de lo que le estaba pasando", cuenta Gabriela a TN.com.ar.



Cuando tenía 20 meses, empezó a hablar. Manu dijo: "Yo nena, yo princesa". No era un juego, era lo que decía ser. Los papás le respondían que no era una nena, sino un nene y Luana reaccionaba violenta, autodestructiva. A los tres años cada vez estaba peor, se golpeaba la cabeza contra la pared y un psicólogo les dijo que había que aplicarle un método correctivo para afirmar su masculinidad. Le sacaron todo lo que pudiera servirle para vestirse como nena. Guardaron todas las películas, cerraron los roperos para que no sacara la ropa y le repetían diariamente que era un nene, no una nena.



Un día la encontró con una remera mojada que había sacado de la soga. Gabriela lo miró a los ojos, supo que estaba destruido, que no era un niño feliz. Justo antes de que empezara sala de tres, Gabriela vio un documental que mostraba la vida de una nena transgénero en Estados Unidos. "Eso tiene, es eso", dijo. Meses después, durante una discusión, Manu dijo que quería una muñeca rosa porque era una nena y se llamaba Luana. "Me llamo Luana, y si no me llamas así, no voy a contestarte", dijo como pudo. "No por ser trans rechazaba su genitalidad, pero le costó mucho aceptar que era una niña transgénero, una nena que había nacido con pene. A los dos años lo empezó a decir y lo sufrió muchísimo porque no la escuchábamos. Su hermano también sufría porque le hacía mal verla angustiada".



La madre decidió acompañarla en una larga lucha: "Yo no sabía nada. Fuimos a muchos médicos y psicólogos. Solo cuando vi este documental entendí que era niña transgénero, es eso simplemente. Fue la única herramienta que tuve para ayudarla a que fuera feliz y dejara de lastimarse".



En los hospitales la veían vestida de nena y le decían que no le aceptaban el DNI de nene, le reclamaban el documento de la nena que veían. "Fuimos a pelear para conseguir el DNI. Nos lo negaron porque consideraron que era un menor impuber incapaz. Estuvimos un año buscando respuestas para que Luana pudiera tener su identidad en en el documento. En 2013 lo logramos. Cuando cumplió seis años llegó el reconocimento del Estado bajo la ley de identidad de género. Luana fue una bisagra, una puerta que se abrió para se empezara a hablar de la infancia trans".



Gabriela, la mamá, supo que la historia de su hija iba a servir para allanar el camino a otras nenas como ella. Escribió un libro que se llama Yo nena, yo princesa: "Luana vive como siente que tiene que vivir. Empecé a escribir a modo de diario lo que iba pasando y terminó siendo un libro porque tenía mucho miedo de que no tuviera lugar para vivir, para estudiar. Quería que tuviera fuerzas y que supiera que su familia la amaba".



A Luana le gusta cantar, inventar historias, hacer patín artístico con sus compañeras. Tiene sus mejores amigas en la escuela y es un torbellino que va para adelante. Ahora, se siente más fuerte; al principio fue complicado. La mirada de los otros es difícil de atravesar. Su mamá la ayudó a enfrentar los prejuicios de una sociedad que rechaza lo que no entiende.

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