Andrés Suriani

Concejal
Debate abierto

La Argentina jurídica de Zaffaroni muestra sus garras

El caso del delincuente abatido por el agente policial Luis Chocobar viene a mostrarnos la peor cara del progresismo que todavía subsiste en los estrados judiciales y en algunos sectores de la sociedad.

Si bien en el episodio existen precisiones irrebatibles como ser la participación concreta de Pablo Kukoc en el hecho, las diez puñaladas que le profirió al turista norteamericano, el apoderamiento de la cámara fotográfica de la víctima, y otros elementos que prueban el robo y la tentativa de homicidio, para algunos todo aquello no posee la suficiente gravedad para que el policía intervenga y actúe en defensa del atacado. La decisión judicial de acusar y embargar a Chocobar es todavía más estrafalaria, si hasta parecería que el mismo juez fue puesto en ese lugar para defender y congraciarse con los delincuentes.



Por su parte, la madre del atacante Ivonne Kukoc en su amplio recorrido mediático, azuzada muchas veces por periodistas indulgentes, se desentiende de toda responsabilidad  como madre del menor centrándose exclusivamente en la conducta del policía, como si su hijo jamás hubiese decidido robar y apuñalar. Al margen de su actitud hasta cierto punto entendible por el vínculo maternal, se evidencia una  permisividad y laxitud con el delito que va más allá de los sentimientos y que es producto de todo una visión de vida, de una aceptación del delito como una práctica tolerada por diversos motivos, para el progresismo todas las causas son válidas, necesidades materiales, droga dependencia, falta de oportunidades, ámbito social, etc. Esa ´´ filosofía berreta ´´, tal cual lo describe el destacado Fiscal Penal de La Plata Marcelo Romero, es un simplismo absurdo que viene a justificar románticamente cualquier tipo de delito.



Ahora, el otro protagonista, un trabajador que se formó en la institución policial, que decidió cuidar y servir a la comunidad y que cumple su deber con convicción y lealtad, no es observado con el mismo detenimiento y consideración que el delincuente.



Directamente suponemos que el policía es un privilegiado, que nunca atravesó duras circunstancias de vida, ni que tuvo que esforzarse para avanzar en su carrera profesional ni padecer privaciones o sacrificios para salir adelante en la vida. Esa es la visión deformada y prejuiciosa que el abolicionismo nos pretendió imponer pero que afortunadamente es cada vez más resistida por los argentinos.

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