El pueblo Antoniano tiene que inflar el pecho y soplar 102 velitas de vida…

 Ser hincha de Juventud Antoniana proviene de un raro virus para el cuál, los científicos, todavía no le encontraron cura. Y no sólo eso: la ciencia no puede impedir se reproduzcan en cantidades industriales. Dicen que los Antonianos no se ponen camiseta: nacen con una banda azul que les cruza el pecho y la llevan orgullosos por la vida.

Y cuando juegan afuera se movilizan. Le meten 3 mil en la cancha del Lobo jujeño un miércoles por la tarde, o cruzan en caravana todo el país para estar en Cipolletti y traer el ascenso de la fría Patagonia. O enarbolar alguna vez una racha de 44 partidos invictos. O ser el primer representante a un torneo Nacional salteño, allá por el 71.

Cuna de grandes jugadores, fruto del esfuerzo de directivos que dejaron su vida en la Lerma y San Luis, autor de grandes epopeyas y eterno escritor de su propia historia. Juventud Antoniana cumple 102 años de historia con alegrías, tristezas, fracasos, éxitos, victorias y derrotas alrededor del mundo de la pelota.

El presente deportivo no es muy venturoso, pero ya vendrán tiempos mejores. Lo importante es que el club está de pie. Y si está todavía en movimiento a pesar de las desuniones externas, ni imaginar lo que ocurriría si todos se uniesen y tirasen todos para el mismo lado.

Llegará el día que los propios Antonianos se junten en un solo grito, bajo la misma bandera, besando el mismo escudo. Y ese momento será glorioso, porque querrá decir que pusieron el club por encima de todo y de todos, porque Juventud es grande, pero podría ser enorme si es que todos los que se identifican empujan el carro hacia el horizonte…

Feliz Cumpleaños, Antonianos, y ojalá sean 102 velitas más…