Idolo total

El Tanque González dispara: “Salta va a ascender cuando se traigan buenos jugadores”

Con la autoridad que tienen los grandes, el ex delantero de Gimnasia y Tiro analiza el presente y futuro del fútbol salteño, y desgrana recuerdos de aquél fantástico equipo de Rezza.

Los jugadores con clase tienen una virtud: detienen el tiempo y lo vuelven a poner en marcha cuando ellos quieren. Pertenecen a una raza especial, la que llenó de logros al fútbol salteño con aquél meteórico viaje que tuvo el Gimnasia y Tiro de los ascensos, que arrancó en el Tornero Argentino (hoy Federal A y B) y aterrizó en Primera división.



“Aquél equipo hoy lo gana caminando al ascenso”, le dice el Tanque González a Tiro Libre en el arranque de la charla donde no le esquivará a ningún tema, desde el éxito, pasando por la “joda”, la relación con Ricardo Rezza y el fórmula para ascender.



El Tanque habla desde su experiencia y lo hace a su manera: de una manera sencilla y directa. “Para ascender hay que traer buenos jugadores, no hay tanto misterios. Salta ascenderá cuando armen equipos con jugadores de jerarquía”, dispara como para ir calentando motores.



Y se pone en lugar de entrevistador. “Yo te pregunto a vos, ¿hace cuánto que no ves a un refuerzo que venga y deje algo, que se comente lo bien que anda? Tenés que remontarte al Negro Alegre cuando vino de Buenos Aires”, se contesta.



Engarza sus recuerdos para hablar del presente. “El mejor jugador que tuve de compañero es Pedrito Guiberguis, un jugador único por su visión, por su calidad, por su mente brillante para estar adelantado al resto. Después, de los de Buenos Aires, me quedo con el Negro Alegre. Pedazo de jugador, increíble las cosas que hacía, aparte guapo”, recuerda.



Aquél equipo de Gimnasia derrumbó mitos, como por ejemplo el tema del grupo humano. “Eso es un gran verso, al que se recurre cuando se busca una explicación a lo bien o mal que anda un equipo. El Gimnasia de los ascensos era una carnicería, nos cagábamos a piñas en las prácticas porque era lógico: hay 11 que juegan y otros que quieren ser titulares, entonces en cada práctica nos jugábamos la vida, pero sin mala intención, sólo por la competencia de la titularidad del domingo”, aclara.



El correlato sigue su línea con este tema de la unión grupal. “Mirá, el Coya Castellanos y el Viejo Miguel Rodríguez no se hablaron durante años, ni se miraban, pero a la hora de jugar se mataban por lo mismo: el equipo. Una vez en Córdoba le pegaron al Viejo en el suelo, y el primero que saltó a defenderlo fue el Coya. Eso era aquél equipo, afuera de la cancha era una cosa, pero adentro nos defendíamos como hermanos”, dispara.





Está convencido que el fútbol es más sencillo de lo que se lo quiere aparecer. “Rezza era un capo, ¿sabés por qué?, porque el tipo hacía lo que tenía que hacer, era técnico, nada más. Hoy los entrenadores quieren ser médico, jugador, directivo, quieren estar en todos lados cuando ellos están para dirigir nada más. Eso hacía Rezza, ser director técnico y dejaba que el resto se ocupe de las funciones para las que estaban asignados”.



Recuerda que una vez Ricardo Rezza tuvo que ir a buscarlo. “Nos debían plata entonces decidimos no concentrar y me fui a mi casa. Rezza puso la plata de su bolsillo para solucionar el problema, y me fue a buscar para que concentre. Justo me había quedado a tomar una cervecita con unos amigos y no se cómo hizo pero me encontró, y me llevó a la concentración”.



La cerveza, la noche… Muchas cosas se dijeron de aquél equipo de los ascensos, exitoso pero, en ocasiones, pasado de festejos. “No es tan así, obvio que salíamos, tomábamos una cerveza, pero no es que vivíamos de fiesta como dicen. Aparte somos seres humanos que jugábamos al fútbol, no éramos monaguillos”, refiere y acompaña la frase con una sonrisa.



Mucha jerarquía, extraña habilidad con la pelota para ser un jugador de un físico grande. ¿Por qué nunca triunfó en un club de Primera o del exterior? “Me quisieron de varios lados, como por ejemplo Independiente de Avellaneda, pero aquí no me dejaron ir. Pero ya está, para qué vamos a lamentarnos. Con los dirigentes de esa época teníamos una relación de amistad, como con Pepe Giménez, o Sergio Chibán, que me aconsejaba lo que tenía que hacer. Hasta el mismo Juan Carlos Ibire tenía cercanía con nosotros porque el fue jugador, entonces era más fácil entablar un diálogo”.



Difícilmente vuelva a verse en cancha otro equipo como aquél Gimnasia. “Aparte de jugar bien estaba compuesto por hombres que no tenían miedo, jugábamos igual en todas las canchas. Una vez en la cancha de Colón el técnico de ellos (Hugo García) me dijo que parara de correr porque iban a matar los hinchas. Le dije: maestro, dígame un jugador que haya muerto en una cancha por jugar al fútbol”.



Su carrera se vio salpicada por aquél episodio del doping positivo. “Fue algo muy feo, salía a la calle y me gritaban falopero, anda a tomar cosas para jugar. Pero yo estaba tranquilo porque nunca tomé esas porquerías. Aquello fue un error del médico que me recetó un medicamente para congestión (Predual) que estaba prohibido, eso fue lo que pasó”, explica.







El balance es sumamente positivo. “El mejor recuerdo fue en la cancha de Colón, que le ganamos y lo dejamos afuera. Ellos nos hicieron de todo, mandaron a los barras a pegarnos, nos hicieron pasar por frente de la platea para intimidarnos. Ellos tenían un equipazo, y nosotros también, y no arrugamos, jugamos al fútbol y le ganamos con gol del Loco Viano”.



Y en cuanto a los ascensos conseguidos relata que fue cuando le ganaron a los jujeños 4 a 2 el primer partido en el 23 de Agosto. “La gente de Güemes salió a la calle para aplaudirnos cuando pasamos por ahí, era una locura el tránsito. Gimnasia de Jujuy tenía un buen equipo, pero enfrente estaba Gimnasia y Tiro, y nos hicimos respetar como nosotros sabíamos: jugando al fútbol y poniendo huevos en todas las canchas”.



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