Para tener en cuenta

“El daño que le causa a un nene el insulto de su padre en público es irreversible”

El prestigioso médico psiquiatra Hugo Marietán dio a Tiro Libre una extraordinaria definición sobre esta situación que despertó la polémica en Salta.

La base es preguntarse por qué un padre lleva a su hijo al fútbol infantil. El padre puede llevar a su hijo porque el chico se lo pide. La otra fuente es que el padre considere que su hijo tiene que jugar al fútbol, entonces el deseo viene del padre hacia el hijo, Ahí están los distintos comportamientos del padre hacia el desempeño de su hijo en una cancha y a la emocionalidad que le ponga a las distintas instancias del juego.



El primer padre es el que cumple con el trámite de llevarlo a jugar a su hijo porque éste se lo pidió, entonces tiene una manera levemente pasiva de ver el juego. A lo sumo puede alentar y tiende a lo positivo. Le dice al nene que jugó bien, que casi hace un gol y lo apoya, todo esto siguiendo su rol de padre.



Ahora vamos a la otra parte, al padre que lleva a su hijo como si fuera un embajador de él en el fútbol, a nivel chiquito, es decir que el nene está cumpliendo deseos de su padre a nivel fútbol que él no lo pudo hacer por cómodo, gordo o porque simplemente quedó viejo. Ahí la situación es distinta, porque el que está jugando en realidad es el padre en el cuerpo del hijo. Ahí el padre toma las dos posiciones: el que está jugando y a la vez es crítico del juego. Si le va bien, felicita a su hijo: que bien, sos el mejor, que jugador. Ahora, si le va mal y el chico no cumple con las expectativas ni atendió los gritos ni las indicaciones, es el pibe el que jugó mal y por ende el culpable de la derrota. Se produce una frustración del padre para con el hijo.



El chico hace lo que puede, pero según la visión de su padre el rendimiento pudo ser mediocre, y lo sanciona casi con brutalidad. Lo denigra, lo basurea porque en realidad está basureando su propia frustración. Ese es el padre que se puede ver gritando a su hijo, denostando a los defensores si el chico avanza, insultando al referí, porque es él el que está jugando ahí.



Yo he tenido varios casos y realmente fue muy triste ver el apichonamiento que sufre el nenito y la tensión terrible a la que se ve sometido cuando escucha al padre decir: “este domingo jugás”. En vez de ser una alegría es un martirio para el chico, porque sabe todo lo que se le viene.



Una vez que pasa el juego y ese padre recobra la calma y baja su nivel de adrenalina, se comporta como un padre común, pero el daño que le hizo al chico es irreversible. Esa humillación que sufre el nene, al que lo grita delante de todos o bien lo hace pasar papelones con sus amiguitos, le produce un problema social justamente en su primera época de sociabilización. Es un hecho bastante traumático, porque el chico queda con una angustia sensible en su psiquis.

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