Un horror

Energúmeno salteño se drogó con pasta base, fue a la casa de su esposa y pasó lo peor

El le dijo que quería ir a bailar a una fiesta de la virgen de Urkupiña y ella se negó. Ocurrió en barrio Solís Pizarro.

"Las drogas y el alcohol lo están matando, pero tenemos miedo que nos mate a nosotros", dijo Silvana Cruz a El Tribuno mostrando los destrozos que produjo su expareja en la humilde vivienda que compartían a la fuerza en el barrio Solís Pizarro.



La joven mujer, mamá de dos niños de corta edad, dijo que hace meses que le solicitó a la Justicia la exclusión de Sebastián Calpanchay de su vivienda, porque el mismo es un adicto a la pasta base que no tiene solución y que no asume las responsabilidades de padre.



"Me vendió todo, me dejó apenas un colchón y unas mantas y aún así recibiendo ayuda de un lado y otro logré levantar este humilde rancho para mí y mis hijos, en esta pobreza infinita de los bajos del barrio Solís Pizarro. Pero ayer vino a la madrugada drogado y alcoholizado a llevarme por la fuerza a una fiesta por el 6 de agosto o festejos de la virgen de Urkupiña. Yo estaba cansada de lavar, trabajar, atender a mis hijos y le dije que no iba a ir, menos a esa hora", contó la mujer.




Entonces se puso como loco, estaba demás alcoholizado y drogado y comenzó a darme golpes de puño en la cara, me rompió un diente, después siguió lastimándome, pero por su estado calamitoso pude zafar y alzar a mis hijos y refugiarme en la casa de mi madre, que está cerca de aquí.Yo ya no quería volver más, no puedo soportar su violencia y sus adicciones, que nos está llevando la vida a todos", relató llorando frente al ropero destruido, los pocos muebles desvencijados y rotos y ni siquiera la heladera se salvó de la furia del sujeto.




Silvana Cruz dijo que a las 12 se presentó su expareja en la casa de su madre y que ésta le dijo que se retirara.



Eso lo volvió a enfurecer y se escuchaba que él me gritaba que me iba a matar y otras barbaridades.Finalmente se fue, pero no terminó allí.



A la media hora llegaron los vecinos de mi ranchito a decir que Sebastián Calpanchay estaba destruyendo la casa.



Me quise morir, mis pocas cosas estaban allí, incluso el alimento de mis hijos, todo lo que tengo y no pude más pese a mis miedos y a las amenazas llamé al 911 que llegó justo cuando estaba por destruir la casa, que es precaria, pero es mi casa, lo único que tengo.



Allí hubo de todo, insultos amenazas y qué se yo hasta que la policía lo redujo y se lo llevó detenido. Cuando ingresé, me puse a llorar, no me dejó nada sano, hasta la ropa destruyó.



Los muebles de a pedazos, el tele, la heladera, el colchón otras cositas de las pocas que tenía y que había salvado de su furia vendedora, porque cuando le falta la "gasolina" vende lo que encuentra.



Silvana, quien afirmó que nunca hubiese deseado llegar a ese momento, le dijo basta y se quedó en la calle.



Una última reflexión suya fue el corolario del himno a la miseria con la que conviven ella y sus hijos: "Quisiera irme lejos de aquí con mis hijos, pero no tengo dónde ni cómo hacerlo".



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