¿Qué pasó en Juventud?

El día que una voz del más allá le contestó al directivo en un vestuario

El tipo se arrodilló, abrió sus brazos y le pidió al cielo una victoria para salir de mal momento que asfixiaba al equipo en lo deportivo y al club en lo económico. Pero quedó petrificado cuando escuchó una voz ronca que retumbó en el vestuario…

El viejo estadio era un volcán a punto de vaciar la lava de su vientre entre la multitud. En el campo de juego esas once camisetas blancas con la banda azul que le cruzaba el pecho eran pura impotencia. El equipo de Juventud Antoniana venía barranca abajo y la gente se impacientaba y transformaba ese estado de ánimo en insulto que se disparaba hacia todos lados.



Francisco Pancho Cornejo era el presidente Antoniano de ese momento. Hombre creyente, de una profunda fe católica que la expresaba cuando se lo permitían. Siempre cerraba sus oraciones con un pedido al cielo.- “Si el Señor y la Virgen del Milagro lo permiten”, solía decir Pancho cuando hablaba de un porvenir no solo para Juventud, sino para el deporte salteño en su conjunto.



El equipo Antoniano perdía 2 a 0 en la Lerma y San Luis. Iban 25’ del ST y no daba señales de vida. Para colmo el Flaco Valdiviezo se retiró lesionado a los 15 de la etapa final. Pancho Cornejo estaba sentado en la platea central, y cuando todas las miradas lo apuntaban optó por una medida inteligente: se hizo humo, Y se fue escalones abajo haciéndose el tonto, hasta que se internó en el vestuario local.



Una vez en el recinto se arrodilló, abrió sus brazos, miró al cielo y ensayó una súplica desesperada. “Diosito, ayudanos por favor. Los muchachos están poniendo todo, nosotros como directivos intentamos hacer las cosas bien. Danos una mano, te lo pido por favor”, dijo Pancho en una solicitud celestial conmovedora.



Y preguntó al Altísimo: “Decime, ¿qué querés que haga?, decime lo que tengo que hacer para que nos ayudés a salir de este mal momento, te lo pido por favor…”.



Y casi al instante escuchó una voz ronca que retumbó entre esas cuatro paredes. “Pagale a los jugadores los tres meses de sueldo que le debés…”.



Pancho se quedó helado, miró para todos lados y no divisó a nadie. Deduciendo que aquella respuesta vino desde el cielo, se puso de pie y abandonó el vestuario entre sorprendido por la experiencia y preocupado por encontrar la manera de ponerse al día con el plantel.



El episodio quedó entre signos de interrogación hasta que se supo la verdad: la voz no era del más allá, era del sector de duchas del vestuario. Allí se estaba bañando el Flaco Valdiviezo, que estaba ahí, y al espiar la súplica de Pancho, se puso las manos en la boca para amplificar su voz y le salió aquella respuesta: “Pagale a los jugadores…”.

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