Agustín Gómez Augier

Periodista, precandidato a diputado
#SaltaElige

El cuarto poder quiere subir al podio

En todo el mundo, en la Argentina, y también en nuestra provincia a lo largo del tiempo,

numerosos trabajadores de prensa han dejado sus ocupaciones habituales para

involucrarse en los asuntos de la vida parlamentaria o ejecutiva.



Es cierto que en esta oportunidad, la cantidad de colegas que se postulan para

ocupar una banca en la Legislatura o en los Concejos Deliberantes ha sido el dato más

llamativo de la actual contienda electoral. ¿A qué se debe?



De la farándula al periodismo



Artistas, deportistas, sindicalistas y hasta humoristas -entre otros- comenzaron

desde hace algunos años a copar las listas de diferentes fuerzas partidarias con dispar

suerte en los resultados, y con una nula o muy baja incidencia en la producción de

normas legislativas. El experimento de tentar al electorado con figuras reconocidas de la cultura, el deporte o la farándula hablaba a las claras del agotamiento argumentativo de los candidatos formados en las ruinas de los partidos políticos más tradicionales, y no tanto, de la Argentina. Pero los vicios de las prácticas sistemáticas propias de la “casta política” terminaron engullendo y luego regurgitando a los neófitos.



Esta vez, el viraje de las estructuras partidarias puso rumbo fijo hacia el

periodismo, seguramente más familiarizado con el microclima de la política, y

evidentemente más al tanto de los problemas y las expectitivas de la población en

general. Pues, al fin y al cabo, el trabajador de los medios es quien debe conseguir

amalgamar esos dos extremos que parecen hablar diferentes idiomas. Esto no significa

que el periodista tiene mejores o peores condiciones que cualquier otro candidato “no

convencional”, ni mucho menos implica garantía de éxito y depuración. Aunque está claro que podría aportarle a la política una visión, al menos, diferente.



El Gataflorismo

Frente al fenómeno de la grieta ideológica y social de la última década, la

politización del oficio de informar y formar lo impulsó a abandonar su “neutralidad” de

mero observador, intérprete y narrador para ser parte importante -y hasta militante- de uno u otro extremo de la soga. Entonces, ¿qué tiene hoy de extraño ver a un colega en un afiche de campaña? Las mismas voces que hoy levantan el dedo acusando “uso indebido de popularidad”, son las mismas que también exigían blanquear desde qué lugar de la conciencia se informa a la población. Y son también quienes más tiempo ocupan en los medios de comunicación y en los espacios de la vía pública.



Resultan también llamativos los cuestionamientos que surgieron desde diferentes

sectores a esta participación política más activa y sincera. Como si un trabajador de

prensa no fuera, además, ciudadano con todos los derechos y garantías que contempla la Constitución Nacional, entre ellos los de elegir y ser elegido.



Más allá del oficio de quien intente alcanzar un escaño legislativo, es muy

saludable para la Democracia que cada vez más, diferentes actores de la vida cotidiana

se involucren de lleno en la política, puesto que ésta es, en definitiva, la actividad humana orientada al bien común y su horizonte colectivo y universal deber ser, sin dudas, la felicidad del pueblo.

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