Verónica Caliva

Fundación Entre Mujeres
#NiUnaMenos

¿Porqué tanta violencia contra las mujeres?

Abril parece interminable, el otoño argentino se tiñó de muerte; con impotencia observamos en las redes sociales y en los medios masivos de comunicación cómo fueron arrancando -día a día- la vida de decenas de mujeres. Ante el desconcierto y dolor inevitablemente nos preguntamos ¿Por qué tanta violencia contra las mujeres?



¿Quién o quiénes son los responsables de pararle la mano a la violencia machista? Abril pasará a la historia con un record de 28 femicidios. Una verdadera tragedia social. La lista con los nombres de las víctimas es aterradora. Ahora bien, ante tanta muerte y dolor tenemos dos opciones: atemorizarnos, mirar para otro lado, encerrarnos y lamentarnos; o agudizar el pensamiento crítico y buscar respuestas y acciones que nos guíen y ayuden a construir un país donde podamos vivir libres de violencia. Tenemos que saber que es posible transformar ésta dura realidad.




Porque la violencia contra las mujeres no es natural, es consecuencia de las relaciones de opresión generadas desde un orden social basado en la violencia, inequidad e injusticia. La violencia contra las mujeres no es natural al hombre, ni a la familia, ni a la comunidad, sino producto de relaciones de poder, sociales e históricas -construidas a lo largo del tiempo- que la naturalizaron y esa naturalización impide que se analice como una problemática posible de ser modificada o transformada.




Es obligación del Estado argentino garantizar seguridad a las mujeres en el más amplio de los sentidos; sobre el Estado recae la principal responsabilidad, y los gobiernos, de la Nación y de las Provincias, deben trabajar de manera ardua, puesto que disponen de herramientas jurídicas como la Ley Nacional Nº 26.485 de “Protección integral para prevenir, sancionar y erradicar la violencia contra las mujeres en los ámbitos en que desarrollen sus relaciones interpersonales”.



La ley fue reglamentada en 2010, tras años de lucha de los movimientos de mujeres, sin embargo, no se diseñaron hasta el momento políticas públicas sólidas con presupuestos acordes para prevenir, sancionar y erradicar la violencia y los femicidios.



No contamos con modelos o dispositivos de abordaje e intervención en áreas como educación y salud o en el de prevención; y si bien avanzamos en condenar socialmente a la violencia con movilizaciones históricas como las del #NiUnaMenos, la Justicia argentina parece no haberse enterado y da vía libre a violadores y femicidas.



Está en nosotr@s tod@s esforzarnos en desarrollar una mirada crítica sobre la problemática; debemos desnaturalizar los mitos y prejuicios que encubren a la violencia machista. Nos cabe reflexionar y debatir, pero no para revictimizar y apuntar con el dedo livianamente. Es necesario recuperar sensibilidad, sacar lo mejor de cada uno y ponerse en el lugar de las víctimas, de sus familias. Pensar que Araceli, Melina, o Micaela podrían ser nuestras hijas, hermanas, novias, amigas, nosotras mismas, pensar que cuando los femicidas deciden arrebatarnos la vida de la manera más bestial, no reparan en cómo estamos vestidas, cuánto dinero tenemos, en qué partido militamos o a qué clase social pertenecemos. Nos ultrajan, lastiman, abusan, violan y matan.



La situación nos obliga a repensarlo todo, podemos comenzar repensando nuestras prácticas en la vida privada, pasando por la escuela, trabajo y vida social. Exijamos al Estado y participemos de las redes de contención que vayan dando respuesta a las mujeres en situación de violencia. Demos batalla a éste orden cultural y social violento educando desde la infancia con nuevos paradigmas. Es posible vivir una vida libre de violencia machista. Apostemos al protagonismo como criterio de transformación.

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