Brasil violenta

Testimonio del horror en la cárcel: "Los descuartizaban, les sacaban el corazón y las tripas"

Este relato estremece hoy a Brasil. Lo hizo un guardia que vivió el sangriento motín en el penal de Manaos.

Un agente penitenciario que fue hecho rehén por los presos del penal de Manaos, en la rebelión y masacre del domingo pasado, relató al diario Folha de Sao Paulo cómo vivió esa tragedia las 17 horas que permaneció en manos de los detenidos. El guardia, al que llaman Joao (nombre ficticio), tiene 50 años y desde entonces no duerme sin sedantes.



“Todos los detenidos participaron de la carnicería -comienza-. A los que se escondían los asesinaban (...). Primero mataban con tiros y después los descuartizaban. Les sacaban el corazón y las tripas. Lo vi con mis propios ojos y hasta hoy preciso dormir con remedios. Nunca me voy a olvidar de aquello: eso de ver una persona que corta la cabeza de otra...”.



Joao dice que “todo comenzó hacia las 3 de la tarde (del domingo pasado)”. Fue en el momento en que los presos del cartel narco Familia del Norte “encontraron la oportunidad de llegar al área donde estaban alojados los del PCC”, el otro cartel, Primer Comando Capital. “Rindieron a un agente e invadieron. Y allí comenzó el tiroteo”. Calculó que los presos disponían, al menos, de 16 armas. Y se pregunta: “¿Cómo entraron a la prisión? Los agentes no tienen forma de ingresar armas o cuchillos dentro del penal. Pasamos por tres revisaciones muy rigurosas”.



Ese domingo venia igual a los restantes días: “Pasamos por la primera portería y debimos, como siempre, sacar todo lo que estaba en nuestros bolsos. Hasta tuve que dejar un anillo porque iría a sonar en el detector de metales”. Otro tanto ocurrió con las visitas. El carcelero cita algunas versiones sobre que los presos habrían hecho un hueco en un muros y por allí recibieron escopetas. “Pero tenían armas que jamás había visto en mi vida, y una gran bolsa de balas”.



[Los descuartizaban, les sacaban el corazón y las tripas. Lo vi con mi ojos]



Para Joao el peor momento fue cuando estalló la rebelión: “Fue una cosa horrible. Ellos querían matar, perforar, taladrar, hacer de todo a todos. Pero un representante (de los presos) que dirigía a los otros internos pidió que no nos lastimaran a los rehenes, que la pelea no era con nosotros sino con la otra facción”. Esa decisión permitió que algunos guardias “salieron ilesos, sin ninguna herida. Otros sí fueron lastimados, pero sólo en el momento del tumulto”.



En una parte significativa de su relato, el guardián reprochó la violencia de la policía para reprimir la revuelta. “Nos dispararon a los rehenes, sin diferenciarnos del resto. No se preocuparon por saber quién era quién. Muchos de nosotros levantamos las manos para avisar que éramos guardias. Pero igual nos tiraron. Gracias a Dios, los presos tuvieron más consideración con nosotros que el propio gobierno (de Amazonas)”. Ahí reveló que “el secretario de seguridad (amazónico) no se preocupó por saber si estábamos bien. Ni siquiera nos ofrecieron agua. Pero después el gobernador (Joao Melo) fue a la prensa a declarar que ayudará a las familias de los presos muertos. ¿Y qué pasa con nosotros que estuvimos allá y sufrimos represalias?”



[Los descuartizaban, les sacaban el corazón y las tripas. Lo vi con mi ojos]



Localización del motín en una cárcel en Manaos, en norte de Brasil, en la que al menos murieron 60 reclusos entre la noche del domingo y la mañana del lunes - AFP / AFP / ANELLA RETA manaos brasil brasil carcel de manaos motin fugas mapa ilustracion carcel manaos motin



Joao dedujo que los violentos habían actuado bajo efecto “de mucha droga. Una persona sana no hace una cosa de esas. Pero una persona drogada tiene coraje para todo. Ellos ya están condenados, no tienen nada más que perder”. Estimó también que “hay más que 56 muertos. Muchos se escondieron en las cloacas, pero quedaron atrapados porque colocaron colchones con fuego y el humo los mató”.



El guardián, contratado por la empresa privada Umanizzare que gestiona el penal, fue muy crítico de las fallas del sistema: “Hemos mandado documentos con demandas para mejorar las condiciones carcelarias. Pero nuestros pedidos nunca fueron atendidos”.



En ese presidio amazónico “se hacen fiestas y pagode (una suerte de bailanta). Umanizzare hizo un informe sobre esto y lo mandó a la Secretaría de Seguridad del estado. Pero no hubo respuesta”.



Joao y sus colegas hicieron un curso de un mes, donde aprendieron, apenas, algo de defensa personal, primeros auxilios y evacuación para casos de incendio. Ahora tomó una decisión: “No vuelvo más a la cárcel. El dinero que gano es de solo 2.000 reales (unos 600 dólares). No vale la pena por el riesgo que corremos”.

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