Roque Rueda

Abogado
Lo que viene

¿Hay otro camino?

En esa oportunidad, un amplio sector de la dirigencia política le planteó a la ciudadanía que la alternativa a los ocho años de Urtubey era volver a Romero.



A algunos, eso nos parecía inadmisible. No sólo porque la idea de la Historia es que avance con el tiempo, ni porque gran parte de quienes así obraban habían sido opositores a Romero y críticos de sus prácticas - y por ende la propuesta era incoherente -, sino porque una vez más se forzaba a la ciudadanía a dirimir una interna peronista en las elecciones generales.



La lista del Frente UNEN, encabezada por Miguel Nanni y Tito Tonda en la candidaturas a gobernador y vice, planteó en esa instancia una alternativa que mucha gente valoró.



El lema de campaña, por una vez, significaba algo: “Hay otro camino”. A través del Frente UNEN, la UCR volvió a lograr una diputación por la Capital, y dos concejales, luego de muchos años.



Las razones de esa recuperación - tal vez modesta, pero muy importante - pueden ser muchas, y cada uno juzga desde el cristal con el que mira. En lo personal, creo que la propuesta encontró un espacio del electorado que viene siendo seducido y abandonado una y otra vez desde hace muchos años.



Ese espacio es difuso, pero podría identificárselo como el electorado de centro no peronista. El que se disputaron la UCR con el PRS en su momento y que votó luego a Recrear, a la Coalición Cívica, al Acuerdo Cívico y Social, a la UDESO, a UNEN.



Es un electorado que presenta una particularidad: piensa distinto que los políticos que pretenden representarlo. Los dirigentes y militantes del espacio “panrenovador” tienden a no entenderse mucho con los del espacio “panradical”. Tal vez opere allí algún resabio de la histórica puja entre conservadores y radicales. Sin embargo, me parece claro que, al menos en Salta, comparten un electorado.




El problema es que cada vez que se han aliado para enfrentar al PJ, duraron juntos dos años. Sin importar que el resultado de cada alianza electoral fuese auspicioso o no.




Recurrentemente se presentó una alternativa parecida, que a los dos años, en la siguiente elección y oportunismo mediante, se cayó.



Volviendo a 2015: unos meses después llegaron las elecciones nacionales. Como era natural, el PRO y el PPS confluyeron con los radicales en Cambiemos, donde también recaló Bettina Romero. Olmedo y Saenz se sumaron a la propuesta electoral de Massa.



Ganó Macri. Ganó Vidal en la Provincia de Buenos Aires. Ganó Rodriguez Larreta en la Ciudad de Buenos Aires. En Salta, la UCR puso, luego de muchos años, un diputado nacional en el Congreso, tras el triunfo de Miguel Nanni en la interna de Cambiemos con Bettina Romero.



Sin embargo, no se ve en el horizonte una posibilidad muy clara de que en nuestra Provincia esa alternativa, ese “otro camino” que quería representar otra cosa, y que debiera contar con el retroceso nacional del PJ, vaya a seguir existente y fiel a su electorado en 2017. Parece haber empezado a operar, una vez más, el oportunismo.



Existen, evidentemente, algunas dificultades para Cambiemos en Salta. Al menos para Cambiemos como expresión de algo distinto al peronismo que viene gobernando, salvo por cuatro años, desde 1983. Macri acepta – veremos si sólo por necesidad o también por gusto – el coqueteo de Urtubey, que algunos de sus ministros abiertamente retribuyen. Romero (reconciliado ya con Urtubey), parece ser un amigo personal del Presidente, y un socio político.



Bettina desempeña uno de los cargos nacionales más relevantes en la Provincia. Gustavo Sáenz se perfila como posible “alternativa” a Urtubey, incluso, según algunos sugieren, desde la propia plataforma de Cambiemos.



Creo que estamos en las vísperas de un nuevo abandono de ese electorado que siempre termina votando la interna peronista porque no le permiten hacer otra cosa. Me atrevo a aventurar que en ese electorado hay hoy, incluso, peronistas que no se sienten genuinamente representados.



Si no hay un verdadero liderazgo, si nuevamente opera el oportunismo, volverá a pasar. Y a ese oportunismo seguirá, como viene pasando indefectiblemente, la dilución del capital político de quienes en él incurran.



No se trata de una cuestión de puritanismo ideológico ni de “gorilismo”. Se trata de si alguna vez va a haber un orden razonable en el debate de las ideas. Se trata de saber qué es lo que en definitiva se quiere representar. O, tal vez mejor dicho, se trata de saber si se quiere representar algo, o si sólo se quiere ocupar un espacio, sea éste el que sea.

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