No todo es lo que parece

"Ustedes van a hacer historia", la cruda carta sobre lo que esconde Cinemark en Salta

Uno de los ahora ex empleados es el autor del escrito que revela una serie de irregularidades

“Ustedes van a hacer historia”, nos repetían una y otra vez durante el período de entrevistas y sobre todo el día en que firmamos el contrato con esta multinacional. Porque claro, era todo un acontecimiento barrer escombros para que el cine inaugure lo más rápido posible. No había tiempo (ni dinero) que perder. Y no es que moleste barrer escombros, lo que molesta es la mentira. Molesta que el ogro capitalista se esconda detrás de empleados con jerarquía que llevan tatuado el nombre de la empresa a la que pertenecen y, mientan a sus empleados, pinten pajaritos en el aire.



Cuando pienso en lo sucedido se me vienen a la cabeza dos posturas bien opuestas: la primera consiste en relajarme y tomarlo como de quién viene; en la segunda, aunque también sabiendo de quien viene, me es inevitable el descontento y la disconformidad que me llevan a hacer pública la experiencia.



Veintisiete empleados contratados para formar parte de un lugar que prometía, entre otras cosas, respetar nuestros horarios disponibles, pases libres que nunca llegaron, recibos de sueldo que aún seguimos esperando desde el mes de junio, y lo más triste: una falsa posibilidad de estabilidad laboral.




Digo falsa porque desde un principio el empleador fue consciente de que terminada la temporada de vacaciones, la gran mayoría no íbamos a “hacer historia”, sino que formaríamos parte de ella.




Y esto me consta. Parece ser, que es cierto cuando dicen que la verdad siempre sale a la luz. No tardaron mucho en pisar el palito, ante la presión de no dar abasto con el personal, quisieron alentarnos alegando que sólo aquellos que se esforzaran y no dieran pasos en falso, tendrían la posibilidad de algo más.



He aquí el primer indicio de la farsa. Y las caras largas de mis compañeros, muchos de los cuales postergaron estudios, otros trabajos y actividades, por la simple necesidad económica y la ilusión de un trabajo estable. Que no parecía tan malo, o al menos era en blanco.



A los demás, a los que no caíamos bien, los que no cumplíamos con el régimen de la maldita meritocracia y amiguismos hipócritas, nos aguardaba la carta de despido. Carta que nos fue notificada a varios, fuera del plazo de quince días de anticipación como la Ley de Contrato de Trabajo lo expresa en el Art. 92 bis, justificando dicha infracción como un problema de la impresora. Y la contestación altanera de los superiores, que la mayoría de las veces negaban hasta el saludo. Una vez más la mentira y una jugada para que continuemos trabajando hasta el final y lo hagamos con alegría. Pero alegría era lo que menos se respiraba una vez atravesado el podio de ingreso. Ahora la frase utilizada era: “a no bajar los brazos”.



Estoy convencido que lo sucedido no es algo nuevo. Pasa, y muy seguido. Y muchos son los que aguantan estos atropellos aquí y en otros lugares. Será la necesidad, será que cada quién tiene sus propios motivos para continuar. Y muchas veces es más sencillo callar, tal vez por la sensación de que hablar es en vano, o por la certeza de perder el laburo.



Pero no, por respeto a mis compañeros y a mi persona es que desahogo la bronca con esta gente que no duda en deshumanizar a cualquiera, y creer que están en frente de personas que sueñan con ser CINEMARK. Están equivocados. No somos boludos.

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