Idangel Betancourt

Actor y director
#JuezYParte

Para comer mortadela y devolver caviar

Entre los estrenos tardíos que dejó el 2015, se encuentra esta perla que vuelve a presentarse el sábado 5 de marzo a las 21.30 en La Ventolera (O’Higgins 585).



Aparicio y Canda, dos actrices unidas bajo el sello Mortadela R.I.P., esperan en escena de que la hermana mayor se convierta en fiambre. Así de desopilante es esta tragicomedia que resume la visión ácida de la vida y del teatro de dos bestias de la escena surgidas en la grasa de la capital:  Urdapilleta y Tortonese, a cuyos personajes les cabe siempre la frase bizarra de Moria Casán, “comen mortadela y eructan caviar”.



Si bien La Moribunda es uno de los textos más organizados desde el punto de vista dramatúrgico que dejó la Bestia Bífeda (como los denominó Boido), la atmósfera under chorrea por todos lados. 



Un submundo planteado desde el vamos, donde dos hermanas permanecen atadas a la hermana mayor que está muriendo, una especie de Godot patética que nunca aparece en escena. Ellas permanecen aisladas en un sótano en medio de una devastación producto de una guerra o tal vez del tiempo que ha pasado en la superficie. Mientras se han ido ensombreciendo en el resguardo de un pasado de esplendor, estas dos hermanas van y vienen en brotes pulsionales, espejismos de amor, sexo y muerte.



La puesta de Mortadela R.I.P. capta con acierto el intenso equilibrio entre humor y patetismo que posee La Moribunda para construir un mundo bizarro. Desde lo actoral, Aparicio, con una composición sobre la cuerda de los clownesco, despliega una fuerte presencia escénica. Ambas actrices aciertan en la elección de una obra que les permite trabajar con lo mejor de sus temperamentos. Tal vez sea esta una de las mejores performances de Canda que le permite encontrar matices en un registro que ya ha transitado antes como el grotesco. De este modo logran instalar los animales ridículos, propios de la narrativa de Urdapilleta -Tortonese. Otro aspecto que debe destacarse es el maquillaje y los peinados a cargo de Eleonora Canda.



Con algunas cuotas de desorganización, un sonido no cuidado y desequilibrio en algunos gags propio del proceso en el que aún se encuentra la obra, la puesta de Mortadela R.I.P. tiene esa vitalidad nunca fácil de conseguir en escena, con grandes bocanadas de risa dado por un humor que no admite teorías, lavado de cara, ni buena factura, sino que anda por el filo de lo real, donde la locura alcanza cuotas dignas de la naturaleza de nuestras vidas.

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